Prefacio del 1er número de la revista «La Revolución surrealista», 1924

Tradución de Benjamín Rivera-Meza

El juicio del conocimiento no está por hacer, no entra ya en juego la inteligencia, solamente el sueño entrega al hombre todos sus derechos a la libertad. Gracias al sueño, la muerte ya no tiene un sentido oscuro y el sentido de la vida se vuelve indiferente.

Cada mañana, en todas las familias, hombres, mujeres y niños, SI NO TIENEN NADA MEJOR QUE HACER, se cuentan sus sueños. Todos estamos a merced del sueño y debemos soportar su poder en estado de vigilia. Es un tirano terrible ataviado de espejos y de relámpagos. ¿Qué es el papel y el lápiz, qué es escribir, qué es la poesía delante de este gigante que tiene los músculos de las nubes en sus músculos? Allí estás tartamudeando ante la serpiente, ignorando las hojas secas y las trampas de cristal, temes por tu fortuna, tu corazón y tus placeres y buscas en la sombra de tus sueños todos los signos matemáticos que le conferirán a la muerte un aspecto más natural. Otros son los profetas que dirigen ciegamente las fuerzas de la noche hacia el futuro, la aurora habla por su boca, y el mundo fascinado se horroriza o se felicita. El surrealismo abre las puertas del sueño a todos aquellos para quienes la noche es mezquina. El surrealismo es la intersección de los encantamientos del sueño, del alcohol, del tabaco, del éter, del opio, de la cocaína, de la morfina; pero es también el rompedor de cadenas, no dormimos, no bebemos, no fumamos, no aspiramos, no nos pinchamos y soñamos, y la rapidez de las agujas de las lámparas introduce en nuestros cerebros la maravillosa esponja desflorada del oro. ¡Ah! si los huesos estuvieran inflados como dirigibles, visitaríamos las tinieblas del Mar Muerto. El camino es un centinela de pie contra el viento que nos abraza y nos hace temblar ante nuestras frágiles apariencias de rubíes. Ustedes, pegados a los ecos de nuestros oídos como el pulpo-reloj al muro del tiempo, pueden inventar pobres historias que nos harán sonreír de indiferencia. Ya no nos molestamos, por mucho que digan: la idea del movimiento es ante todo una idea inerte1, y el árbol de la velocidad se nos aparece. El cerebro gira como un ángel y nuestras palabras son los perdigones que matan al pájaro. Tú, a quien la naturaleza le dio el poder de encender la luz a mediodía y de permanecer bajo la lluvia con el sol en los ojos, tus actos son gratuitos, los nuestros son soñados. Todo es susurros, coincidencias, el silencio y el destello deleitan su propia revelación. El árbol cargado de carne que surge entre el pavimento no es sobrenatural más que en nuestro asombro, pero el tiempo de cerrar los ojos, aguarda la inauguración.

Todo descubrimiento que cambie la naturaleza, el destino de un objeto o de un fenómeno constituye un hecho surrealista. Entre Napoleón y el busto de frenólogos que lo representa, hay todas las batallas del Imperio. Lejos de nosotros la idea de explotar estas imágenes y de modificarlas en un sentido que podría hacer creer en un progreso. Que de la destilación de un líquido aparezca el alcohol, la leche o el gas de iluminación; un montón de imágenes satisfactorias y de invenciones sin valor. Ninguna transformación se produce pero a pesar de ello, tinta invisible, aquel que escribe será contado entre los ausentes. Soledad del amor, el hombre acostado sobre ti comete un crimen perpetuo y fatal. Soledad para escribir ya no se te conocerá en vano, tus víctimas atrapadas por un engranaje de estrellas violentas, resucitan en sí mismas.

Constatamos la exaltación surrealista de los místicos, los inventores y los profetas y pasamos.

Encontrarán también en esta revista crónicas de invención, de moda, de la vida, de las bellas artes y de la magia. La moda será tratada según la gravitación de las letras blancas sobre las carnes nocturnas, la vida según los compartimientos del día y de los perfumes, la invención según los jugadores, las bellas artes según el patín que dice: «tormenta» a las campanas del cedro centenario y la magia según el movimiento de las esferas en los ojos ciegos.

Ya los autómatas se multiplican y sueñan. En los cafés piden rápido algo en qué escribir, las venas del mármol son las gráficas de su evasión y sus vehículos van solos al Bosque.

La Revolución… la Revolución… El realismo consiste en podar los árboles, el surrealismo, en podar la vida.

J.-A. Boiffard, P. Éluard, R. Vitrac.

1 Berkeley.

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