Cuadernos. Fragmentos y notas – Ismael Gavilán

[...] En esta escritura, creo, no hay método, estrategia ni cálculo. Sólo el registro heterogéneo de esas obsesiones que emergen en los lapsus que el tedio y la voluptuosidad melancólica, dejan al aire libre con esa ingenua y anhelada idea de imaginar una liberación.

Rara avis, Arno Schmidt! – Benjamín Carrasco

Nadie asumió la prosa con tanto temperamento y vitalidad imaginativa como para hacer de la verbosidad el baluarte de la burla, en un siglo bárbaro, místico y, por supuesto, aburrido. Como anotara Friedrich Dürrenmatt: “A nosotros solo nos puede dar caza la comedia”; y Arno Schmidt, el mejor cazador, mondó a destajo con una prosa desmesuradamente cáustica a su presa, la estulticia que caracterizó al nacionalsocialismo y la aparición espontánea del “milagro hueco” que significó la reconstrucción económica y política liderada por Adanauer, pero por sobre todo a la intelectualidad pacotillera que no encontraba en la época sino otra forma de ponerse en ridículo.

Diego Roel o la tentación de mirar atrás – Claudio Archubi

[...]A nuestra pragmática época de desarraigo y escepticismo, le hace falta más Edad Media. Estamos nostálgicos de unidad entre razón y emoción. Nos volvemos irónicos cuando comprendemos que no podemos repetir esos lugares aunque sabemos que el lugar común puede representar a veces la más común de las verdades ¿Pero cómo volver allí de otra manera?

La Broma infinita: sobre la experiencia lectora deportiva – Alexander JM Urrieta Solano

Es curioso que las artes de este Estados Unidos milenario traten la anhedonia y el vacío interior como algo que está de moda. Acaso se trate de vestigios de glorificación romántica de la Weltschmerz, que significa cansancio del mundo o hastío contemporáneo. Tal vez eso se deba al hecho de que aquí las artes son producidas por gente mayor cansada del mundo y refinada, y consumidas por gente más joven que no solo las consume, sino que las estudia a la búsqueda de claves para ir con los tiempos, lo cual implica ser aceptado, admirado o incluido y, por ende, no estar solo.

La oculta felicidad de las cosas – Ismael Gavilán

Pero Penderecki no, no estaba muerto, aún más, en el instante en que por cualquier motivo, ponía su música, me daba cuenta que no era la de un ser fantasmal extraviado en ese océano llamado “eternidad”, sino que era la música de un ser humano de carne y hueso que estaba haciendo clases, comiendo o viviendo en un país lejano llamado Polonia.

El sujeto descentrado: lo sagrado y lo profano en La Nariz de Nikolái Gógol – Víctor González Astudillo

Una cabeza sin nariz es, de algún modo, un territorio que ha sido profanado. Por esto es que las razones que explican su ausencia solo son motivos viles, tales como la hechicería, el robo, la suplantación, entre otros vicios. Por ello es que Kovaliov, al perder su nariz, también pierde su estatus. De algún modo, pierde su condición sagrada y, por tanto, su centro. Aquel sujeto seguro de sí mismo, dueño de su futuro, de su vida en soltería, ahora se encuentra en la desorientación absoluta.

16 de Agosto – Eduardo Leiva Herrera

Esto ocurría el 16 de agosto de 1968. Es difícil separarse de la cifra que pareciéramos tener marcada en la frente al nacer: cada vez que se nos aparece esa fecha que nos es tan propia relacionada con otros dueños, otros hechos que la poseen, uno se siente algo incómodo, o sorprendido, u orgulloso, claro, pero nunca indiferente.  Esto ocurría el 16 de agosto de 1968 y ocurría en San Miguel -donde vivieron Homero Arce y Laura Arrué- [...]

De muerte: una lectura filosófica a tres poemas de Armando Uribe – Benjamín Álvarez González

Una de las gracias de la poesía es la riqueza de imágenes que es capaz de proporcionar, eso es algo de lo cual adolece la filosofía. Creo que los poemas seleccionados no solo cumplen una función, digamos, intelectual; son también la clara muestra de una visión del mundo, de la vida y de la muerte que tuvo un hombre. El valor de estos versos –y de la poesía en general– radica en hacer visible eso que la filosofía teoriza.

De la pasión de hacer fragmentos – Gonzalo Geraldo

Los hay sabios profesionales, rebeldes de bufete, que empuñando las armas de la crítica, disfrazan la inteligencia de lugares comunes, la retórica de embustes, escriben y dictan. No pudiendo distinguir las voces de los ecos, el buen juez o comisario allana la lengua, harta de apotegmas al lector común, al lector espontáneo, que tiene como único alegato sus vicios, su distracción, lee y se desvía.

El cine, la soledad – Juan Carlos Vergara

Vi hace unos días la cinta documental Descubriendo a Bergman. Ingmar Bergman, a sus 51 años, tras descubrir la Isla de Färo en medio del Mar Báltico mientras rodaba Persona, decide trasladarse allí para vivir los siguientes 40 años de su vida en el más completo aislamiento. No pude evitar sensibilizarme. Ha sido también mi utopía. Utopía extrañísima, porque no hay soledad que no sea demasiado ruidosa; y es ingenuo pensarla como la simple ausencia de distracciones para entregarse a una ligera tranquilidad, al reposo o el descanso.