Fragmentos de las primeras cartas de André Breton a Simone Kahn

Fragmentos de las primeras cartas de André Breton a Simone Kahn

Traducción de Benjamín Rivera-Meza

He aquí que en estas cartas dirigidas a Simone Kahn nos encontramos acaso ante el Breton más íntimo; un Breton que abre su corazón a la amada, un Breton que se desnuda, quitando con cada palabra, con cada confesión, una prenda de su alma, haciéndonos recordar instintivamente, aunque en su variante espiritual, el bello poema de John Donne: «Antes de acostarse», traducido por Octavio Paz* -uno de los muchos que recibieron el influjo de nuestro poeta-. «¿Qué es el amor físico? La mitad del placer»** dirán después los surrealistas.

A despecho de los riesgos que corre la selección, dada su arbitrariedad inherente, se presentan estos fragmentos de las primeras misivas de la mencionada correspondencia por su riqueza testimonial, al hallarse en ellos, primero, el germen de algunas preocupaciones que este autor desarrollará a lo largo de su vida; segundo, las opiniones que le valen tanto sus amigos como sus lecturas; y, tercero, su estado de espíritu una vez alejado del dadaísmo y comenzada la época en la cual se sentarán las bases del surrealismo. Tal es la significancia de lo que el lector tiene ante sus ojos por primera vez en castellano.

B.R-M.

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*Ver pp. 161-63 en Paz, O. (2000) Versiones y diversiones. Galaxia Gutenberg.
**Frase de un juego surrealista de preguntas y respuestas entre André Breton e Ives Tanguy recogido en Nadeau, M. (1948). Historia del surrealismo. Santiago Rueda editor.


[15/VII/1920] Esta mañana me sorprendió haber confesado este gusto por lo extraño: nada menos seguro después de todo.

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[29-VII-1920] Comprendo (para mi es mucho decir) esta manera de sentir la naturaleza. El viento, ciertamente es lo primero en lo que uno piensa. En cuanto a mí, yo no amo más que el sol, que es lo mismo.

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[29-VII-1920] ¿Podría recordar alguna vez que sus cartas son todo lo que me toca y me alegra?

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[29-VII-1920 (tarde)] La palabra exilio no tiene mucho sentido para mí. De ahí, pues, esta extraña voluntad que descubro en mí después de algunos días de colorear mi vida a toda costa. Yo no detesto nada más que esta gravedad que es el reverso de la sabiduría. Es tiempo de no profundizar más. Sufro mucho de las convenciones de aquí: carbón del puerto, bancos para los paseantes. Existencia necesaria para el corazón de estas provincias malditas.

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[29-VII-1920 (tarde)] Un día, [Tristan] Tzara y yo, hablábamos de la nada de la arquitectura como arte. ¡Qué vergüenza!, construir palacios. Como si nuestro mal no viniera de sentirnos prisioneros entre la tierra y el cielo. Arquitectura. -Tiene toda la razón al no detenerse en esta idea. Pero, ¿es necesario someterse? La fragilidad de la planta no nos hace amarla más. ¿No será esta la combustión que buscamos?; estoy cambiado dice Ud.

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[29-VII-1920 (tarde)] Me contaron que Henri Rousseau había hecho el retrato de [Alfred] Jarry; este no tardó en romper el rostro para destruirlo. Explicaba enseguida que la imagen más perfecta de un hombre no estaría más que en una semejanza efímera. (A mí mismo el devenir no siempre me sonríe.)

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[31-VII-1920] Desde mi llegada a Bretaña, no he abierto más que un poco a Perrault. Desearía ver cuentos inspirados en tiempos futuros, sin hadas, siempre para niños. Querido puerilismo mental.

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[2-VIII-1920] ser valiente no es en esencia una virtud más humana que la cobardía.

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[2-VIII-1920] Poseo, en alto grado, el sentimiento de lo irreparable. Nada me impedirá pensar que tirar sus dados es de un mal jugador.

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[3-VIII-1920] Poco me importa, en general, la familia de tal o cual planta. De la misma forma que ciertos cubistas no temieron reemplazar en el lienzo el brazo de una mujer por el de su sillón, yo no veo inconveniente alguno en tomarme por un junco o por esta hoja de papel.

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[3-VIII-1920] Si defiendo la identidad de los contrarios, no es que yo quiera imponerlos por una indiferencia total que está lejos de constituir mi hecho. [Blaise] Cendrars escribió recientemente: «las enfermedades existen. Nosotros no somos los dueños. Acaso ellas nos han creado. Ellas son una de las numerosas manifestaciones de la materia universal. Ellas son un estado de salud transitorio, intermedio, futuro. Acaso son la salud misma. -Eso que uno llama salud convencionalmente no es, en suma, más que tal aspecto momentáneo, transportado en un plan abstracto (subrayo) de un caso particular ya superado, reconocido, definido, finalizado, eliminado y generalizado al alcance de todo el mundo. Lugar común, cliché psicológico, esto cosa de la muerte. Y acaso bien sea la muerte.»

Me parece que me había preguntado: ¿Cómo puede Ud. estar enfermo? Deliciosa enfermedad aun.

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[6-VIII-1920] Mis amigos tienen un lugar en mi vida. Aprecio enormemente a Soupault y Tzara, y un poco menos a Éluard, Aragon y Picabia. Fraenkel va a venir a pasar algunos días conmigo. Soupault, es la alegría, la poesía del momento, el tacto prodigioso, el bello espacio que se desliza, las letras VINOS en gruesos puntos azules sobre el hielo del café, la infancia desobediente, el qué dirán, el graffiti, el ave-lira, la envoltura vacía; Tzara, el tormento, el siglo, las jovencitas que bailan vals, la astrología, la escala animal, cierta tarjeta postal congelada que representa a un hombre en traje negro dormido sobre un banco verde y cinco o seis mujeres con vestido tierno que revolotean alrededor suyo: «El Sueño»; Éluard, la Patria, la casuística, la frase: pues claro, las experiencias en la cocina, el manejo de aparatos que no conoce, el absurdo consentimiento, las hojas en el viento, el viento en las hojas. Me detengo.

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[7-VIII-1920] Pienso en lo que me ha dicho sobre Apollinaire: él te conforta. (…) me encantan sobre todo «Zona», «1909», «El Emigrante» de L. R.

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[7-VIII-1920] He aprendido a no hablar de la muerte con pasión.

… Ayer me puse a releer las Iluminaciones. Me sigue pareciendo sin embargo genial. Me di cuenta con estupefacción que el texto es perfectamente inteligible, al contrario de lo que en general yo consentía en decir. No una oscuridad. Otra cosa me ha sorprendido: la mujer tiene en el pensamiento de Rimbaud un lugar considerable, es simple: con todo la confunde. No es el que dice: «La mujer está a mis pies»*.
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*Lautréamont, Poesías.

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[10-VIII-1920] No sabe los nombres que le doy, las sílabas de las que me sirvo para evocarla. ¿Ha observado que el pensamiento, ocupado en otro ser, reclamando su presencia, logra confundirlo con un objeto a su alcance? Es así como, al llegar a Lorient, la he reconocido en una piedra que siempre había visto colocada sobre la misma chimenea y cuyo sentido escapaba a mí hasta entonces. Es una variedad bastante bella de yeso y aún oigo llamarla La Rosa del Desierto

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[14-VIII-1920] Es cierto que abuso de su atención pero me perdono por hablarle de lo que tengo en el corazón; y me parece que tengo el deber de hacer que me conozca lo más posible, a fin de sorprender su confianza o su ironía. Yo no escribo, créame, por deporte. “Hay que decir algo”, repiten por todos lados. No estoy de acuerdo.

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[16-VIII-1920] No pongo nada por encima de la vida de las mariposas; asimismo, encuentro que hace frío en este lado de mi pensamiento

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[23-VIII-1920] Soy tan débil, en el fondo, que atribuyo a cada detalle agradable una importancia desmesurada

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[24-VIII-1920] Adivine lo que me hace tan prudente. Es ante todo el miedo de que actúe hacia mí por generosidad. Sé que muchas cosas le atraen, le conmueven; a mí me corresponde prever todos los efectos de esta inquietud. Con mi aire de mártir, corro el gran riesgo de inspirarle compasión. A este respecto, perdóneme por decirle que no es mi intención. Podría creer que soy un desdichado: desde que pienso en usted, más. Prométame que no lo pensará nunca.

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[24-VIII-1920] Pasa que nada ocurre en vano, que todo tiene carácter de advertencia; que la felicidad no pasa cerca tuyo sino una vez, que es preciso hacer todo lo posible por retenerla, a pesar de sus protestas; en fin que la suma de las alegrías y de las tristezas es para cada hombre rigurosamente nula; (cuando las cantidades de signos contrarios son equivalentes, entonces solamente hay muerte).


15/VII/1920. «Ce matin je m’étonne d’avoir confessé ce goût du bizarre: rien de moins sûr après tout.»

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29-VII-1920. «Je comprends (pour moi c’est beaucoup dire) cette manière de sentir la nature. Le vent, assurément c’est à lui qu’on pense d’abord. Moi je n’aime que le soleil, ce qui est la même chose.»

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29-VII-1920. «Voulez-vous vous rappeler quelquefois que vos lettres sont tout ce qui me touche et m’égaye.»

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29-VII-1920 (tarde). «Le mot exil n’a pas grand sens pour moi. D’où vient donc cette étrange volonté que je me découvre depuis quelques jours de colorer à tout prix ma vie. Je ne déteste rien plus que cette gravité qui est le revers de la sagesse. Il est temps de ne plus approfondir. Je souffre beaucoup des conventions d’ici: charbon du port, bancs de la promenade. Il doit exister pour le cœur de ces provinces maudites.»

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29-VII-1920 (tarde). «Un jour, Tzara et moi, nous parlions du néant de l’architecture comme art. Quelle honte, construire des palais. Comme si notre mal ne venait pas de ce que nous nous sentons prisonniers entre la terre et le ciel. Architecture. – Vous avez bien raison de ne pas vous arrêter à cette idée. Mais est-il nécessaire de se soumettre. La faiblesse de la plante ne nous la fait pas plus aimer. Ne serait-ce pas la combustion que nous cherchons; je change dites-vous.»

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29-VII-1920 (tarde). «On m’a raconté qu’Henri Rousseau ayant fait le portrait de Jarry, celui-ci n’eut rien de plus pressé que d’en découper le visage pour le détruire. Il expliquait ensuite que la plus parfaite image d’un homme ne saurait être que d’une ressemblance éphémère. (À moi-même le devenir ne sourit pas toujours.)

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31-VII-1920. «Depuis mon arrivée en Bretagne je n’ai un peu ouvert que Perrault. Je voudrais voir des contes inspirés du temps futur, sans fées, toujours pour les enfants. Cher puérilisme mental.»

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2-VIII-1920. «le courage n’est pas une vertu plus foncièrement humaine que la lâcheté.»

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2-VIII-1920. «J’ai, à un haut degré, le sentiment de l’irréparable. Rien ne m’empêchera de penser que jeter ses dés est d’un mauvais joueur.»

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3-VIII-1920. «Peu m’importe, en général, la famille de telle ou telle plante. De même que certains cubistes n’ont pas craint de remplacer sur la toile le bras d’une femme par celui de son fauteuil, je ne vois aucun inconvenient à me prendre pour un roseau ou pour cette feuille de papier.»

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3-VIII-1920. «Si je plaide l’identité des contraires, ce n’est pas que je veuille en imposer pour une indifférence totale qui est loin d’être mon fait. Cendrars écrivait dernièrement: “Les maladies sont. Nous n’en sommes pas les maîtres. Elles nous ont peut-être créés.” Elles sont une des nombreuses manifestations de la matière universelle. Elles sont un état de santé transitoire, intermédiaire, futur. Elles sont peut-être la santé même. – Ce qu’on appelle conventionnellement santé n’est, en somme, que tel aspect momentané, transporté dans un plan abstrait (je souligne) d’un cas particulier déjà franchi, reconnu, défini, fini, éliminé et généralisé à l’usage de tout le monde. Lieu commun, cliché physiologique, c’est quelque chose de mort. Et c’est peut-être bien la mort. » Il me semble que vous m’avez demandé : Comment pouvez-vous être malade ? Délicieuse maladie encore.»

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6-VIII-1920. Mes amis tiennent une place dans ma vie. J’aime énormément Soupault et Tzara, un peu moins Éluard, Aragon, Picabia. Fraenkel va venir passer quelques jours avec moi. Soupault, c’est la joie, la poésie du moment, le tact prodigieux, le bel espace qui glisse, les lettres VINS en gros pointillé bleu sur la glace du café, l’enfance désobéissante, le qu’en-dira-t-on, les graffiti, l’oiseau-lyre, l’enveloppe vide; Tzara, le tourment, le siècle, les souris valseuses, l’astrologie, l’échelle animale, une certaine carte postale glacée qui représente un homme en habit noir endormi sur un banc vert et cinq ou six femmes en robe tendre qui voltigent au-dessus de lui: « Le Rêve »; Éluard, la Patrie, la casuistique, le mot pardi, les expériences de cuisine, la manœuvre des appareils qu’il ne connaît pas, l’absurde consentement, les feuilles dans le vent, le vent dans les feuilles. Je m’arrête.»

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7-VIII-1920. «Je pense à ce que vous m’avez dit d’Apollinaire: il vous berce. (…) j’aime surtout “Zone”, “1909”, “l’Émigrant de L.R.»

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7-VIII-1920. «J’ai appris à ne plus parler de la mort avec passion.
… Je me suis mis hier à relire les Illuminations. C’est tout de même très bien. Je me suis aperçu avec stupéfaction que le texte est parfaitement intelligible, au contraire de ce que je laissais dire en général. Pas une obscurité. J’ai eu un autre étonnement : la femme tient dans la pensée de Rimbaud une place considérable, c’est simple: il la confond avec tout. Il n’est pas celui qui dit: “La femme est à mes pieds”»

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10-VIII-1920. «Vous ne savez pas le nom que je vous donne, de quelles syllabes je me sers pour vous évoquer. Avez-vous observé que la pensée, occupée d’un être, réclamant sa présence, parvient à le confondre avec un objet à sa portée. C’est ainsi qu’en arrivant à Lorient je vous ai reconnue dans une pierre que j’ai toujours vue posée sur la même cheminée et dont le sens m’avait échappé jusque-là. C’est une assez belle variété de gypse et je l’entends encore appeler La Rose du Désert.»

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14-VIII-1920. «Il est certain que j’abuse de votre attention mais je me pardonne de vous entretenir de ce que j’ai à cœur; et il me semble que j’ai le devoir de me faire le plus possible connaître de vous, pour surprendre votre confiance ou votre ironie. Je n’écris pas, croyez-le, par sport. “Il faut bien dire quelque chose” répète-t-on de tous côtés. Je ne suis pas de cet avis.»

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16-VIII-1920. «Je ne mets rien au-dessus de la vie des papillons, je trouve aussi qu’il fait froid de ce côté de ma pensée.»

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23-VIII-1920. «Je suis si faible, au fond, que j’attache au moindre détail agréable une importance démesurée.»

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24-VIII-1920. «Devinez ce qui me rend si prudent. C’est avant tout la crainte que vous agissiez envers moi par générosité. Je sais que beaucoup de choses vous attirent, vous émeuvent; à moi de prévoir tous les effets de cette inquiétude. Avec mon air de martyr, je risque fort de vous inspirer une compassion. De cela pardonnez-moi de vous dire que je ne veux pas. Vous pouvez croire que je suis malheureux: depuis que je pense à vous, davantage. Promettez-moi que vous n’y songerez jamais.»

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24-VIII-1920. «C’est que rien n’arrive en vain, que tout a qualité d’avertissement; que le bonheur ne passe près de vous qu’une fois, qu’il faut tout faire pour l’arrêter, malgré ses protestations; enfin que la somme des joies et des peines est pour chaque homme rigoureusement nulle; (quand les quantités de signes contraires s’équivalent, alors seulement il y a mort).»


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