Pero mudos en su heredad sin herederos – 4 Poemas de Rosabetty Muñoz

Nace en Ancud, Chiloé en 1960. Desde su titulación como Profesora de Castellano ha ejercido labores de docencia en distintos establecimientos educacionales de Chiloé y participado activamente del desarrollo cultural del sur de Chile. Ha publicado Canto de una oveja del Rebaño (Ediciones Ariel, Santiago,1981); En Lugar de Morir (Editorial Cambio, 1987); Hijos (El Kultrún, Valdivia, 1991); Baile de Señoritas (El Kultrún 1994); La Santa, historia de su elevación (LOM, 1998); Sombras en el Rosselot (LOM, 2002); Ratada (LOM, 2005); En Nombre de Ninguna (El Kultrún, Valdivia, 2008); Polvo de Huesos (Tácitas, 2012); Chiloé, ovejas en la memoria (Quito, Ecuador, 2016); Hijos (Ofqui Editores, 2016); Ligia (LOM, 2019); Técnicas para cegar a los peces (Ediciones UV, 2019); Misión Circular (LUMEN, 2020); Santo Oficio (UDP Ediciones, 2020). La Voz de la Casa (Ediciones Universidad Católica del Maule, libro liberado 2021).

Ha recibido distinciones por su trabajo, algunas de ellas son: Premio Pablo Neruda, por el conjunto de su trabajo (2000); Beca Fundación Andes (2000); Premio Consejo Nacional del Libro por Sombras en El Rosselot,  como mejor obra inédita (2002); Premio Regional de Arte y Cultura (2012). Premio Altazor 2013 por la obra Polvo de Huesos. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua ( 2014); Premio a la trayectoria 2018 otorgado por poetas jóvenes y Fundación Neruda. Premio Manuel Montt otorgado por la Universidad de Chile por la obra Ratada (2018). Candidata al Premio Nacional de Literatura 2020. Premio del Círculo de Críticos 2021 por el libro Misión Circular (Lumen 2020)

Ha participado en numerosos Festivales de Poesía, Ferias del Libro y presentaciones literarias en países como México, Argentina, Venezuela, España, Polonia, Francia, Inglaterra, Irlanda, Italia. Alemania y otros.


La flor de la dicha

Aquí, a orillas de la mesa
con la ventana entreabierta
y una tetera silbando monocorde,
el instante despliega su andamiaje.

Descanso el rostro sobre el brazo
y me dejo recorrer por esta paz.
Ya antes de todo, ahí
                      en ese sitio
estaba concentrada la plenitud.

El fuego, la luz, los objetos amados
reunidos en capullo
         se abren sin aspavientos.

Es la flor de la dicha
       que estalla unos segundos
y perfuma, al extinguirse,
        los demás momentos del día.


Espesor del instante

En días como éste,  se vuelve a inundar el patio de la infancia. El barro donde chapotean las gallinas, se vadea con tablones puestos uno a continuación de otro. La madre junta valor durante el día para enfrentar la oscuridad de la noche que se anuncia especialmente dura. Afuera estallan ventarrones fortísimos, truenos y relámpagos pero los niños de sus ojos tenemos permiso para ser felices y desarmar todo el orden doméstico: la cocina se convierte en una carpa de circo con las colchas y frazadas. El trapecio cuelga del techo y mi hermana se balancea en calzones a los que  hemos pegado papeles brillantes. Soñé tanto con estar trepada allí alguna vez con el pelo flotante y un traje de pedrerías. Pero lo mío era mirar. Y de algún modo, todavía estoy debajo de la mesa contemplando a mis hermanos y sus faenas riesgosas. Desde  el lavaplatos a la mesa de la cocina, el palo de la escoba para los más osados o una tabla también sacada de una cama, permiten el lucimiento de los equilibristas.

Y otra vez una sonrisa me atraviesa de parte a parte cada vez que la lluvia empieza a tupir y se adivina el temporal. Porque la vida sigue siendo como esa improvisada carpa de circo. Mi madre en las sombras; su mano que no se ve, contiene el hilo de todo y ha dejado que cada uno se despliegue  según un tejido que tal vez no entiende pero confía porque es un hilo que viene de lejos sin cortarse, desde su madre y las otras más antiguas. Mis hermanos siguen de lleno atravesando pruebas como si jugaran y yo aquí, deseando atreverme, agazapada un poco, ahora tras las cortinas .La sonrisa, ahora como entonces, no logra borrar el remiendo de las sábanas. Siento, eso sí, un aire de término y sospecho que no desfilaré en el gran final con tacos altos y medias caladas.


Yo, piedra       

           Recuerdo exactamente el día que encontré la piedra escondida debajo de un montón de lamilla en la playa. Estaba cubierta de una capa oscura, algo viscosa, que me llevé a la nariz como si fuera el mar entero en el hueco de mi mano. Y yo tuve la culpa por frotarla hasta sacarle brillo. Enseguida se hizo una reunión en la escuela para instalar el motor de la luz eléctrica. Yo no sabía lo que podía provocar la piedra así es que la andaba trayendo en el bolsillo de mi delantal y cuando estaba sola, me gustaba sacarla y pasarle un paño hasta que despedía unos destellos luminosos. Así, cada vez fue llegando el retén de carabineros, la lancha grande del maestro Ciro, la ampliación de la escuela. Cuando me di cuenta de los poderes de la piedra, mis vestidos me quedaban chicos, casi toda la gente andaba con zapatos y muchos jóvenes se habían ido ,para siempre de la isla. Entonces, tomé el ágata maravillosa – ojitos de gato – y la envolví en un trapo negro, después la metí debajo de una tabla suelta del piso, pero ya era tarde. Su efecto se había desatado y, por inercia, la velocidad del tiempo ya no paró más.


Elaboración de la casa permanente

Uno

Mi hermana a veces regresa
y en esos días
construye maquetas
casa en miniatura ventanas armarios
puertas que se abren y – sobre todo –
se cierran.
Elabora muñecos vestidos de fiesta
copa en la mano, ninguno está solo
Cada vez son más pequeñas las varillas
preciosos los trajes
fina la cristalería.

Mi abuela dice que somos víctimas
del fin de los tiempos
que mi hermana llora porque no puede entrar
                                               a su casa.

Dos

Los nuevos tienen discurso, dicen
“nadie quiere una casa con vecinos”
No se hablan, no se hacen señas     
de una casa a otra.
Demasiada distancia.
Copas de árboles frondosos
extensiones de la propiedad.

Sueñan una casa una persona.
Aprendieron varias lenguas
Y han viajado
Pero mudos en su heredad
Sin herederos

Tres

Termitas en los envigados
Termitas en los poyos que lo sostienen

Cáncer de los edificios.
Ingresos brillantes, portones eléctricos
Que nada más inaugurarse
empiezan a morir.

Peluquerías     pinches    copias de llaves
un ciego en la ciudad
                  se deteriora el espacio de los privilegiados
llegan los otros.
La palabra cargada que expulsa hacia los márgenes
y  va colonizando
subiendo con sus escogidos  trepando.

Allá van los solos
que no quieren vecinos.

Cuatro

Sobre la mesa,
la jarra del agua tranparente.

Al final de la cena
cuando los comensales han salido
cada cual detrás de su sombra
la densa materia líquida
se ha enturbiado.

Afuera es el espanto del mundo
Allá van los heridos
Los desmembrados rotos

Dejando atrás
un refugio en llamas.


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