Entre lo sacro y lo profano: … del amor hermoso de Luis Correa-Díaz

la vestal intocable
que no quiere ser madre de familia,
la mujer que respira por la boca,
la mujer que camina
virgen hacia la cámara nupcial
pero que reacciona como hombre

N. P.

Era julio –pleno invierno– del año 2019, y Ediciones Altazor publicaba … del amor hermoso del poeta Luis Correa-Díaz. El lanzamiento se realizaría en la Sala de Arte Viña del Mar. Como un lector entusiasta y un estudiante que se dedicaba más a vagar por las calles que a leer papers de penosa utilidad, me había presentado en la instancia. Los presentadores al caso eran Ismael Gavilán y Sergio Pizarro. Naturalmente, quien presidía la ceremonia era Patricio González, vestido con un sobretodo negro y portando gafas solares para la ocasión.

Recuerdo que hacia el final del evento, Luis Correa-Díaz se me acerca y me obsequia su libro dedicado: en ese momento, hablamos acerca de la poesía de Pedro Lastra y Enrique Lihn. Con un castellano desacostumbrado a su medio natural, exponía su peculiar elocuencia a los respectos. Debo decir que son estos pocos momentos en los cuales me hallo bienvenido en el vivo mundo de las letras: un hombre generoso desenvolvía su atención sobre mis alcances en la discusión sostenida.

Siempre he decantado por las sensibilidades herméticas, mas la seña que ahora me ofrecía Correa-Díaz suponía un desafío ante mis preferencias tales. Es grato dar con poéticas que incomodan al gusto. He de decir que defiendo el capricho a mansalva, pero aquello no significa reducir el arco de posibilidades lectoras. Y así … del amor hermoso llegaría a mis manos, con aquella marca de amable irreverencia.

Entrando en materia, … del amor hermoso es un libro que aglomera tres poemarios del autor: Rosario de actos de habla (1993), Divina pastora (1998) y Calcos devocionales. Lo que permite convocar en coincidencia a estos libros es, a mi juicio, el talante afectivo que el hablante ejecuta por medio de la plegaria católica. Esta última es un canal por el cual la voz increpa los desfavores de la amada (a la que trata de “usted”), expresados en la parquedad de esta última. Así, me atrevo a decir que no estamos frente a una poesía religiosa, sino más bien a una poética del eros que, para develar sus afecciones, emplea el rezo cristiano y mariano para convocar el pathos en el lector: la plegaria como canal, como posibilidad de expresión.

La operación del rezo tornase aún más compleja si comprendemos que la sustancia del primer poemario -inaugural- proviene del hallazgo por parte de nuestro poeta de otro rosario anónimo, hallado “en un rincón de la diminuta Capilla de Animas, iglesia que está ubicada en la calle Teatinos al llegar a San Pablo”, como se nos advierte. El cruce se delata con el empleo ambiguo de la cursiva: ambiguo puesto que en ellas opera un doble juego. Cabe pensar que existe una recuperación del escrito original y, al mismo tiempo, las intervenciones que el mismo autor realiza respecto de los primeros escritos. Así, la cursiva es tanto aquel autor anónimo como, pese a la contradicción, el autor que cifra su huella por sobre las del autor original. Esta mixtura confusa entre los tejidos que Correa-Díaz pugna en tanto escritor contemporáneo configuran, asimismo, una naturaleza híbrida: plegaria católica por un lado, reclamo coloquial por el otro; prosa grave e íntima, verso punzante e irónico; elevaciones de lo amado, imprecaciones profanas. La patente confrontación de estilos y temples es, me atrevo a decir, lo que permite gestar una tensión en … del amor hermoso, efecto necesario para una hechura poética que se precie de sí misma.

En cuanto al imaginario cristiano de los versos, cabe pensar que sucede una revitalización de la lengua -específicamente, del argot de la plegaria-: en primer término, hay la plasticidad coloquial en la mejor veta de un Nicanor Parra y, en segundo término, hay la herencia del ingenio epigramático de Ernesto Cardenal. Esto toma desde ya distancia de cierta retórica que pretende una filiación con el canto cristiano por medio de un mero uso de términos ad-hoc. En Luis Correa-Díaz, lo católico va más allá de una mera designación de palabras:

Señora, ruegue por usted le aviso.
Madre, ruegue por su hijo abandonado.
bora de las boras, ruegue antes de
            que sea tarde.
Madre odiable, ruegue por usted.

Ahora, tornando al registro coloquial, cito tercetos en verso libre correspondientes a Rosario de actos de habla:

Usted no sería reelegida
por un segundo período según
una encuesta profunda que me hice

Usted anda diciendo que es odioso
mi amor y yo que es amoroso
el odio de este charlatán suyo

Usted haga el amor con quienquiera
es libre y hermosa que yo me reservo
el derecho de velar por mis intereses

En contraste, pareciera que la prosa resuelve una sensibilidad tornada hacia la contemplación, abandonando el cariz declarativo y humorístico de la escritura en verso, sin embargo, manteniendo la interpelación teológica:

Señor, aparta de mí las aguas en que me miro esta noche bajo la luna del patio. (…) Nadie se imagina cuánto he deseado vivir afuera de este mundo, libre de su pesadumbre, pero me faltó la fe desde que di los primeros pasos y me caí repetidas veces.

Considero vital la configuración de tensiones en el tejido del poemario, de lo contrario, la llaneza en la arquitectura de este último no podría sostenerse de manera constante. En este sentido, el refinado trabajo con el registro coloquial adopta un gran peso para la conformación de estas dinámicas: no es fácil escribir desde el registro cotidiano sin adoptar una asimilación otra, es decir, sin una labor de filtraciones: el poema es acaso la reconstrucción de un habla y no su mero registro. Entonces, el argot religioso –que dada su naturaleza es más que solo argot– se articula en el trabajo referido para coronar dicha arquitectura de tensiones.

Tengo el ánimo de referir dos ideas que se aludieron en la presentación del libro que nos convoca, sobre todo porque estas no emanaron de un escrito, sino de una exposición oral respecto del poemario. Por un lado, se mencionaba la constante del “usted”.  Esta apelación evoca un modo de apelación que se halla entre el respeto cordial y, como antiguamente se empleaba, un tono inquisidor. Uso poco común por estos días, cabría tener presente el trabajo de A. Bresky. Por otro lado, y continuando con la idea expresada, esta apelación está atravesada por el sentir amoroso. Son pocos los actuales proyectos poéticos que se erigen desde la afección amatoria. Esto nos llevaría a confirmar cierto estado crítico de las emocionalidades humanas que rondan aquellas manifestaciones. Así, no deja de tener relevancia la obra de Correa-Díaz, que apuesta por un eros en estos días de supuesto desmantelamiento, que anega todas las palabras de sus poemas en … del amor hermoso.

Finalmente, me interesa establecer que en esta obra, el trabajo desde lo coloquial es tal, que considero que su valor está por sobre otros continuadores de la sensibilidad antipoética. Sin lugar a duda, Correa-Díaz ha realizado una labor con la materia coloquial que vale la pena reconocer.

Portada de «… del amor hermoso» de Luis Correa-Díaz (Ediciones Altazor, 2019)


Publicado el

en

Comentarios

Deja un comentario

Crea una web o blog en WordPress.com