Un Odiseo trastocado
Gilbert Highet

Un ilustre escritor francés ha destruido, o invertido, una leyenda famosísima, no porque vea con amor la poesía griega y latina, sino porque prefiere la naturalidad al heroísmo petrificado y solemne. Es el novelista francés Jean Giono, que nos cuenta en su autobiografía que el descubrimiento de Virgilio fue para él una revelación tan deslumbradora como una conversión religiosa. Ha escrito varios libros en que intenta reproducir, en prosa, las riquezas pastoriles y animistas que siente en la literatura clásica. En su Nacimiento de la Odisea (1938) cuenta la historia del regreso de Odiseo a su hogar. Sitúa la escena en un fértil ambiente campestre, más parecido al mediodía de Francia que a la desnuda Ítaca, y pinta al héroe mismo como un embustero nervioso y ya cerca de la vejez, que inventa la historia del Cíclope, de Escila y Caribdis y todas las demás simplemente para explicar los años que pasó, durante su regreso, viviendo con mujeres hechiceras como Circe, y para compensar con ellas su estado andrajoso y la timidez que siente al acercarse a su hogar. Hay un guitarrista viejo y ciego que oye sus mentirosas hazañas, las convierte en baladas nuevas y recorre, cantándolas, todos aquellos campos.

Los detalles de este relato están estudiados cuidadosamente para que resulten antiheroicos. Por ejemplo, Odiseo siente un miedo cerval por Antínoo, el fuerte y joven atleta con quien Penélope ha estado viviendo en adulterio; pero, en una riña que se suscita, golpea por pura casualidad a ese Antínoo, el cual huye, perseguido por Odiseo, y busca refugio cerca de la playa; pero un acantilado se derrumba, y el joven cae mutilado al mar. De ahí el cuento de que Odiseo dio muerte a todos los pretendientes de Penélope. En vez del viejo y fiel perro Argo, una urraca domesticada reconoce a Odiseo cuando vuelve; pero, para impedir que lo descubra Antínoo, Odiseo la estrangula con su mano. En una versión de la leyenda, Odiseo muere accidentalmente en manos de su propio hijo: no Telémaco, sino Telégono, hijo de Circe. Pero el libro de Giono termina con una escena en que aparece el sedicioso Telémaco preparando a sangre fría el asesinato de su padre. Aunque el relato es ingenioso y las descripciones muy vívidas, la inversión de la saga heroica de Odiseo es bastante artificial. Un personaje tan poco sutil y tan pacífico nunca hubiera podido volver a su casa, y mucho menos pelear afortunadamente durante los diez años de la guerra de Troya.



Fragmento de «La reinterpretación de los mitos»
En La tradición clásica II
Gilbert Highet
Trad. Antonio Alatorre
FCE 1954

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