El único estertor del mundo – 6 poemas de Tulio Mendoza Belio

El único estertor del mundo
6 poemas de Tulio Mendoza Belio

Tulio Mendoza Belio (Rancagua, 1957, Chile). Poeta, escritor, profesor, traductor, crítico, editor, artista visual, ensayista y gestor cultural. Reside en Concepción desde 1976. Miembro Correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua por Concepción; Premio Municipal de Arte de la Ciudad de Concepción (2009); Egresado del Programa de Magíster en Artes con Mención en Lingüística, Escuela de Graduados, Universidad de Concepción (1987). Traductor francés-español, titulado en la Universidad de Concepción (1980). Actual Presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), Filial Concepción; Presidente-Fundador del Centro Cultural “Fernando González-Urízar” de Concepción.

Algunos de sus libros publicados son: Fragmografías (1986, 1990); Trece poemas (1986); Para que no haya olvido (1988); Elegía por los hijos de la luz (1989); Puerta del ser (1992); Mayoría de edad (1997); Estaciones para un cuerpo (video: 1997; DVD); Verdes interiores (1998); Concepción, a todo Sur (textos y fotografías, 1999); En tu hermosa materia (2005, 2008); Ceremonia de Incorporación a la Academia Chilena de la Lengua (DVD, 2007); Alacrán de la belleza (2008); Tinta de poeta (dibujos, collages, obras en técnica mixta, poemas, 2008); Fernando González-Urízar: un clásico contemporáneo. Vida, obra y antología temática (ensayo literario, dos tomos, 2009); Discurso de Agradecimiento Premios Municipales de Arte de Concepción (texto, fotografías y DVD, 2009); Otras palabras (poemas, 2010); Llamas de un mismo fuego (sonetos, 2011); Libro de las visiones (poemas, 2012);  El hombre del cuchillo y otros cuentos” (2016);  El laurel y la ceniza (poemas, 2017); Oficio de sastre (poemas, 2018); Nyntos (poemas, 2019); Lugares ejemplares (ensayo literario, 2019); Monedas/Miradas (2020, poemas); En un abrir y cerrar de ojos (cuentos, 2020).


Cuestión de fe

Creo en el cuerpo
y en la resurrección áurea de su carne,
materia herida que de putrefacción
será ilusión, como afirma el poeta*;

creo en la sangre
que alimenta su templo, en el semen
fluvial de la lluvia que moja su pelo,
en la herida nocturna
y sus labios hambrientos, en el beso
de luz de sus ojos cerrados, perfectos;

creo en el cuerpo,
en la presencia amada
de músculos y nervios y noches
que no acaban, de días que vendrán;

creo en la música, en su lava transparente,
en la cítara blanca
que despierta entre tus piernas,
en las cuerdas tensadas y en el arco violento;

creo en el cuerpo y su espejo que brilla, en el vuelo
de su pacto secreto, en la fiesta
de su tacto terrible;

creo en el instante, en su fósforo
repentino, en su temblor, en sus varillas
y en sus alas de cera y en el fuego
que levanta mi cuerpo
cuando estoy contigo.

____________
*Ver poema Daimon del domingo
de Gonzalo Rojas.


Piercing

Un aro en cada oreja, en cada dedo un sueño,
alfileres y clavos, tetillas perforadas,
ombligos bajo llave, puntas,
un Príncipe Alberto, prepucios imantados
por un metal que no es de este mundo;
orificios, expansiones, el catéter y la sonda,
todo un río de gótico perforar;
cejas cortadas, púas que brillan
cuando el ojo de vidrio recibe fósforo;
un clip de oro anunciando un pubis azul,
un prendedor, un gancho, una cadena,
el corazón traspasado de delicia, dicen,
de sado, de maso, de esquizo;
un candado sobre el cuero negro, frío,
brillando su ocio puro, su olor a piel;
en la lengua un botón metálico, el roce
de otra lengua en un juego de saliva y sonido,
el crótalo del deseo, el imán de la dicha;
una cadena reluciente sobre la tibieza
y tus ojos,
tus finos ojos maquillados…



Magnificencia

Habrá de ser como de amanecida,
como llegando, indisciplinados,
del antro oscuro ese, después de haber
imantado las estrellas con olor a cuerpo
y haber sentido el sudor
con nuestras lenguas bajo la bella esfera luminosa;
o si prefieres (el deseo ya me quema las ansias),
será después de la liviana cena y la bebida,
tomando el ascensor, demorando su llegada,
como si hubiéramos perdido en el trayecto
llaves y cordura, elegancia y distinción
(aunque eso nunca del todo, ya lo sabes)
o, en fin, ya metidos en la cama
cuando la carne es puro encomio, divina joya
y resplandece, solo para nosotros,
el sagrado vínculo de lo bello con lo bello,
la chispa de su encanto.
Que sea como sea, pero con toda magnificencia,
que es un lujo estar contigo siempre.


Carpe noctem

                                    Al poeta Juan Herrera

Coger la noche
con una rama siniestra,
como perra de azogue, virarla
en luz, en rayo, en cuerpo abierto,
delinear sus blancos ojos, sus párpados pesados,
sus piernas de máquina rabiosa; palpar
la vellosidad eléctrica de su vientre,
su agujero de imán, su agua hirviendo;
escribir la palabra con sangre,
con tinta seminal tatuarle, invisible,
el texto, la carne que se incrusta,
el ojo furioso que sabe pensamiento,
el escupo de Dios, la saliva del mundo;
coger la noche con su vela al viento,
atesorar los signos, su leche,
galoparle la ansias, corrérsela,
darle por el culo:
solo la noche me dicta poemas,
solo la preciosa, la bella, la lujuria,
me mana,
                  me bebe,
                                   me sopla.


Desasosiego

Algo te inquieta como llegado de repente, algo
que turba el ánimo y acerca la duda; algo así
como un deseo incierto que anuncia temblor,
que crece hacia adentro: un motivo de miedo,
un ansia indescriptible maquinando el aire,
una atmósfera cerrada, de frío, de niebla, de mudo
resplandor en la pieza contigua, de insectos
trabajando sobre la madera que cruje; algo
que enturbia la memoria, que delata presencias,
que emana un cierto olor a cuerpo, a óxido,
a tiempo transcurrido; algo cuya sombra proyecta
sobre la vieja fotografía, un batir de alas,
un abrir y cerrar de ojos, un sudor helado,
un grito sordo detenido en la garganta; algo
que presagia turbulencias, arena que se escurre,
semillas creciendo, himnos y diademas; algo así
como mi cuerpo sobre el tuyo, excitados, poderosos,
desvencijando el viejo y divino catre de la noche.                               


Me derramo en ti, mojo tu cuerpo, hagamos un latido*

Fue la mirada desde arriba: la visión eran las dos bocas
entorno a su único instrumento, labios y lenguas lamiendo
el faro de sus sesos, la consagración de su gemido. La perspectiva
presagiaba un nocturno de temblores, distancia en la medida
de un todo deseado que aumentaba el placer. Apenas respiraba,
entrecortado soplo para anunciar el diluvio de los dioses,
la precipitación de ese encuentro más que animado
por las dos cabezas que dialogaban su alegría.
Él miraba desde arriba, seguía el curso de las cosas,
desnudo ya como una noche que no acaba,
como un hilo que tensan
en el ejercicio antiguo de consagrar el rito.
Me derramo en ti, les dijo,
mojo tu cuerpo, insistía, hagamos un latido,
como si aquellos anhelantes rostros
de hembra y macho, en su abismo reluciente,
fueran el único estertor del mundo
repitiéndose eternamente en el semen del espejo
que es Dios y semilla.

 _____________________

*Del poema “Posible autorretrato de un poeta” de Tulio Mendoza Belio.

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