EL HIPOGEO SECRETO
(fragmento)
Salvador Elizondo


But the world, mind, is, was and will be writing
its own wrunes for ever, man,
on all matters that fall under the ban

of our infrarational senses…

James Joyce, Finnegans Wake

…Dime, te imploro —dice—: la noche hubiera quedado envuelta en el más sombrío de todos los olvidos. Evoca; evoca ese sueño que habrá de realizarse; aquí, ahora. Faltan apenas unos instantes. Tratemos de resumir tu participación en los hechos. Todo; como una danza muy lenta. Están allí: un manantial; la boca en que el sueño se convierte en palabra. Reza; que tus palabras convoquen a los guías. La disciplina es como una llanura que cruzaremos a galope; un carro tirado por los caballos del crimen. Por favor; te imploro; repite conmigo. Trata de concentrarte. Recuerda y olvida esa llaga luminosa; tres veces seguidas. Suspende tu pasión y entrégate: el designio… la palabra… tómame… rómpeme, que yo no soy más que una débil caña en tu puño… Así; repite conmigo: “Rómpeme… deshójame como si yo fuera la Flor de Fuego, la sangre que se incendia, la sangre que galopa y salva las comisuras de la llaga en que nace… desciende como los cóndores de la muerte por los desfiladeros abismales y recuerda; recuerda y olvida tres veces seguidas las palabras escritas en este libro; recuerda y desgasta las palabras contenidas en esta página…: marmaja entre las yemas de tus dedos aguzados; arena, recuerdo de montañas desoladas que te cae en el regazo aterido; arena adherida a la piel inquietante de tus muslos. Inmóvil. Así. No te muevas. Esto es de una importancia muy grande para la disciplina. Ahora olvida. Olvídalo todo. Haz que esos caballos ebrios se fuguen de tu mirada. No pienses ya en la noche. Todo es el alba y éste es el momento en el que se produce la primera grieta; disociación de mármoles en los peristilos de la memoria. Es preciso que lo intentemos esta misma noche. Recordarlo y olvidarlo tres veces hasta que la memoria se vuelva polvo; ceniza que sucumbe al tiempo del olvido, dicen ellos —los miembros del Urkreis—, intentar la realización de la experiencia. Es preciso que te rompas esta misma noche, Perra. Mientras tú te sometes a esa gran disciplina mediante la que te purificarás en la demencia, en el olvido de tu propio nombre, yo me iré hacia el alba de tu recuerdo y cruzaré la noche hasta beber en tu origen; en el más suave origen de tu nombre y evocaré nuestro primer encuentro y el segundo y el tercero y luego olvidaré el tercero y olvidaré el segundo y retendré junto a mi corazón el primero cuando ya sea la mañana y entonces nuevamente otro olvido de tu nombre y el recuerdo de tu nombre y el olvido de tu traje y el recuerdo de tu gesto y el olvido de tu mirada y el recuerdo de tu nombre y el olvido de tu traje y las llagas, y aquellos escenarios inquietantes de tus pequeños triunfos en la oscuridad de un museo que contiene palabras congeladas y el mito y la palabra y la palabra que es mito y rito de aquella aparición en un pasadizo surcado como de mares y de ríos turbulentos: espejos en los que la danza de la Flor de Fuego se queda quieta y las fórmulas se agrietan como los fustes de las columnas de los peristilos desiertos en que nosotros, los miembros del Urkreis, soñábamos con iniciarte en el más vasto de todos los terrores: el del olvido de tu nombre y en el del recuerdo de tu nombre, Perra. Ven, Perra; ven. No te muevas. Esto es importante. Muéstrate nada más y repite estas palabras: “Rómpeme, que yo no soy más que una débil caña en tu puño, que yo no soy más que una mala palabra en tus labios, que no soy más que una flor de fuego, una perra que no sabe quedarse quieta en una habitación, a oscuras; deshójame como si yo fuera la Flor de fuego, con tu soplo; porque yo soy la perra, córtame las orejas y el rabo y enséñame a olvidarme; enséñame a sumirme en el olvido de aquellas noches aciagas de tablados corruptos, a la luz de candilejas vacilantes y malditas, ante la mirada del Sabelotodo, allí, en la orquesta, sentado de espaldas al escenario, ante la mirada quirúrgica de algunos pocos espectadores…” Repite conmigo; repite ya el recuerdo de tu nombre: Mía, Mía, un personaje desdibujado, pero el más prominente, de un libro cifrado cuya clave se ha extraviado y cuyo desciframiento depende de datos equivocados, de investigaciones erráticas, de impresiones falaces, de una crónica secreta que es, en una medida muy imprecisa, el patrimonio en que se sustenta la vida y el núcleo en torno al que se desarrolla la actividad que anima nuestro modesto círculo de estudios filosóficos. […]

Salvador Elizondo
Extraído de El hipogeo secreto
Fondo de cultura económica (2017)
Primera edición: Joaquín Mortiz (1968)

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