Reconstitución de escena:
Bosquejos para una vanguardia viñamarina
Entrevista a Sergio Madrid
Ensayar la poesía en un espacio/tiempo determinado siempre nos llevará a terrenos sinuosos. La idea del canon, tan propia de nuestro rinconcillo literario, sufre múltiples modificaciones, casi siempre el tiempo tiene la última palabra, y aun así resulta esquiva a la pluma del Escritor. Un terreno vasto como el Gran Valparaíso y una época afamada por la violencia de la Dictadura no facilita la posibilidad de una panorámica rigurosa ante el qué y el cómo de aquellas generaciones. Algunas publicaciones arrojan luces sobre una gran actividad literaria en la zona; ediciones de poesías completas han hecho justicia estos últimos años a considerables vates, lo cual revitaliza por igual a escritores y lectores, además de frenar la constante persistencia por demoler la esfinge. No obstante, a mi entender, aún quedan figuras y poemas que revisitar, una escena que ensayar y reconstituir.
Con vista a estas incógnitas y nebulosas se realiza esta primera conversación, que tiene por objetivo adentrarse en el terreno sinuoso de la poesía de vanguardia en la quinta región. En esta oportunidad, la conversación tiene por invitado a Sergio Madrid y la actividad poética que realizó junto a “La retaguardia de la vanguardia” (Juan José Daneri, Mauricio Barrientos, Alex V. Bischhoffshausen y S.M.) entre la segunda mitad de la década de los 80 y principios de los 90, años de numerosas presentaciones poéticas y publicaciones de los libros Retaguardia de la vanguardia (1992) y Los novios de Ariadna (1993).
–49 Escalones
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49 Escalones: Primero que todo, te agradecemos que nos hayas brindado la oportunidad de conversar contigo respecto de tu obra poética, de la cual, en esta ocasión, nos gustaría centrarnos en ese libro colectivo, tan singular que fue La retaguardia de la vanguardia. Porque ya hace tres décadas más o menos que acontece la primera acción del grupo, la cual fue entre los años 1986-1987: una lectura en la Sala El Farol de la Universidad de Valparaíso. A su vez quisiéramos situarnos en la presentación del libro en 1992 que, en palabras de Virgilio [Rodriguez], manifiesta que, antes que todo, La retaguardia de la vanguardia es un grupo de amigos. ¿Cómo es el camino de este grupo de amigos para consolidar y poder pensar este colectivo?
Sergio Madrid: La tarea de recordar, ¿no?… A ver… Retaguardia de La Vanguardia en la publicación primera, digamos el libro La retaguardia de la vanguardia del 92, somos cuatro: Alex von Bischhoffshausen, Juan José Daneri, Mauricio Barrientos y yo (…). Pero nosotros, desde antes, en los 80, nos juntábamos en Viña del Mar, prácticamente todos los días, en el café «Samoiedo chico», como se le dice —gelatería le dicen también. Estaba al lado del Samoiedo tradicional en la galería ¿Florida se llama? Ya no me acuerdo (…). Nos juntábamos todos los días, especialmente a mediodía o en la tarde. Y bueno, allí había varios personajes, uno de ellos por supuesto era Juan Luis Martínez. Es ahí que conocí a Alex, que es diez años mayor que yo. Estudiaba arquitectura, creo; después trabajaba en una inmobiliaria o algo así. Él era de Punta Arenas…
49 Escalones: Esas juntas y reuniones a las que haces referencia, ¿en qué año se llevaron a cabo aproximadamente?
Sergio Madrid: Yo estaba en el colegio. Yo me daría inicio cuando estaba en tercero medio, es decir hacia el año 1983. Esas juntas venían de antes, pero yo me incorporo ahí el 83. Fue ahí que conocí a Alex. Nos hicimos muy amigos. Ahora bien, teníamos muchas diferencias, digamos, en términos vitales y políticos, pero era un grupo muy heterogéneo de gente, muy circular a veces (Risas). Claro, porque Alex tenía toda una onda política vinculada a la Ciudad de los Césares. Él venía de una cosa, de un medio, como diría yo, esotérico. En cambio en ese tiempo yo estaba por una izquierda absoluta, en contra del régimen. Estábamos en posiciones ideológicas muy diferentes, y poéticamente entiendo que también, pero nos hicimos bien amigos. Eso por una parte. Por otro lado, Mauricio Barrientos era de Osorno, pero a él lo conocí en el taller que Enrique Lihn hizo hacia 1983 en Viña del Mar, en un local que había en Avenida Libertad.
49 Escalones: ¿Era en un colegio?
Sergio Madrid: No, era un instituto profesional. El director de ese Instituto era Antonio Vieira, que era el pseudónimo de Mario San Martín, que era poeta también y amigo de Lihn. Y bueno, él trajo a Lihn para esa actividad… ahí asistíamos varias personas y fue donde conocí a Mauricio Barrientos. Nos hicimos muy amigos con Mauricio que, además, era profesor de matemáticas, pero no ejercía. Y como yo tenía algunos problemas en matemáticas en el colegio, digamos (Risas) me ayudaba a veces en eso. Ociábamos mucho, caminábamos, leíamos poemas, etcétera. Mauricio vivió en Viña bastante tiempo y también empezó a hacerse parte del Samoiedo chico. De ahí viene esa junta. Eso por una parte; por otra, entré a la universidad el año 85. En segundo año, o algo así, hice una ayudantía y tuve como alumno, me parece, a Juan José Daneri. Él era un tipo muy singular, escribía poesía, tenía un proyecto extraño, y bueno, lo llevé a la librería Altazor y le presenté a Virgilio Rodríguez. Ahí se hizo muy amigo de toda esta gente y fue Daneri el de la ocurrencia de decirle a Virgilio que nos contratara de ayudantes en el Instituto de Arte de la Católica de Valparaíso. Y Virgilio lo hizo (Risas). De esa forma entré al Instituto de Arte gracias a la gestión de Daneri. Bueno, entonces, llegado el momento, le dije a Alex “hagamos algo, hagamos algo, juntémonos”. Estaba Mauricio, además salíamos, bueno… Posteriormente Daneri conoció a Alex, eso tuvo que haber sido el año 86 o quizás el 87. Carreteábamos, como se dice ahora, carreteábamos mucho, los fines de semana, especialmente. Había mucho alcohol y todas estas cosas. Y ahí empezó a surgir un grupo de amigos. Esto empezó como un grupo de carrete, prácticamente. Era un tiempo en que carreteábamos harto, nos juntábamos entre nosotros, íbamos a pubs, pero además nos juntábamos en casas, como en la casa de Virgilio que vivía en aquel tiempo en 9 Norte. Pasábamos metidos ahí. Era un tiempo de mucha camaradería y dentro de esa camaradería nos surgió este grupito. Muy también, diría yo, a la luz de Juan Luis Martínez. Tú ves la edición de…
49 Escalones: Los novios de Ariadna.
Sergio Madrid: Sí, la gráfica es de Alex. Él sobre todo estaba muy en la línea de Juan Luis Martínez. Así que teníamos ese arraigo estético por así decirlo, y ético también. Fue de ese modo como nos juntamos en realidad; fue dándose, y estaban, por ejemplo, estas reuniones en la librería Altazor donde terminábamos haciendo lecturas colectivas. Yo no sé por qué tenía en ese tiempo preponderancia por la idea de “lo colectivo”, es decir, esto de publicar colectivamente, no antologías. Porque los nuestros no son libros antológicos, sino publicaciones en grupo. No creo que haya sido por Lautréamont (Risas). No sé de donde se nos vino esa idea de hacer cosas en colectivo, de juntar. De hecho tuvimos muchos proyectos en mente, de cosas colectivas que nunca se realizaron. De hecho hay un tercer libro de Retaguardia de La Vanguardia, que nunca se publicó.
49 Escalones: ¿Cómo se llamaba ese libro?
Sergio Madrid: La última resistencia de Aquiles, un título de Led Zeppelin (Risas).
49 Escalones: Respecto a esos años, Sergio, eras el más joven del grupo. Independiente de esto, había mucha conexión en estos espacios, como la librería Altazor, en donde conociste a poetas como Sergio Holas y por donde transitaban poetas como Juan Luis Martínez y Virgilio Rodríguez. Pero también, todo un nutrido movimiento de publicaciones. Por ejemplo, son los años de la segunda edición de La nueva novela (1985) de Martínez; La tierra prometida (1986) de Virgilio Rodríguez, La señorita sobreviviente (1987) de Adolfo de Nordenflycht; o dentro del mismo grupo, Mauricio Barrientos ya había publicado El hombre invertido…
Sergio Madrid: Sí. Barrientos lo publicó en ese tiempo en que éramos amigos.
49 Escalones: ¿Cómo influyó todo eso en el grupo de ustedes, considerando las distancias de edad?
Sergio Madrid: Bueno, yo era un pendejo en un mundo de grandes, pero es necesario un paréntesis… Hay un evento muy importante que no he visto nombrado en ninguna parte. Había un restaurante en Viña del Mar, en 2 norte, antes de 1985, antes del terremoto, un restaurante que se llamaba “La Granola”… ¿Sabías tú eso?
49 Escalones: Sí, si no me equivoco allí sucede un gran evento…
Sergio Madrid: Allí uno de los dueños era Michael Jones…
49 Escalones: Exacto.
Sergio Madrid: …con quien fuimos muy amigos la verdad. De hecho, la foto de La retaguardia de la vanguardia es de Michael Jones. Y allí Mauricio Barrientos organizó dos eventos nacionales de poesía, donde vino mucha gente: Omar Lara, Grinor Rojo, mucha gente, Maquieira. Entonces, claro, es un evento como inaugural, que fue importante. Ahora vuelvo a… ¿qué me habían preguntado?
49 Escalones: Justamente la influencia y la edad, pensando en este gran evento.
Sergio Madrid: Sí, me acuerdo perfectamente. Allí yo era un pendejo entre grandes, pero para mí fue muy importante ese evento, porque conocí a mucha gente, diríamos, que después se fue repitiendo y apareciendo en Altazor. Uno empieza a generar vínculos. Ahora, cómo influye todo esto en la Retaguardia de la vanguardia, mmm… yo creo que es el ánimo de época, aquel ánimo de juntarse, de hacer cosas colectivas. Creo que viene un poco de haber visto estos eventos donde había mucha gente que es más una cosa anímica que una cosa literaria propiamente tal.

49 Escalones: Cuando tú mencionas eso dices una cosa muy relevante acerca de la interacción que está otorgada entre todas estas personas en un álgido momento político. ¿Se tenía noticia de lo que la crítica llamaba “la neovanguardia” donde había un asunto muy espinudo con la experimentación verbal y visual, pensando justamente que La retaguardia de la vanguardia, podría relacionarse con esas manifestaciones al rastrear un afán transgresor-experimental, por llamarlo alguna manera?
Sergio Madrid: No. Yo creo que ninguno de nosotros, por ejemplo, conocía el C.A.D.A en ese tiempo. Creo que no. Pero a Zurita sí. Ahora bien, nuestro referente experimental, como de vanguardia, más fuerte y significativo era sin duda Juan Luis Martínez. Pero ahora que me hacen esa pregunta, creo que esto de hacer estas actividades y cosas colectivas respondían un poquito y dado el nombre de nuestro colectivo, a una manera también de resistencia. Al menos intuitivamente. Era una época en donde todo era muy duro, no solo porque la dictadura fue dura con los D.D.H.H., que ahora se habla y tematiza ampliamente casi como un cliché. La dictadura fue también dura culturalmente. Estaban prohibidas las películas, estaban prohibidos los libros. Creo que eso era lo que más nos dolía. Éramos los más jóvenes, los que no fuimos torturados y no fuimos perseguidos.
49 Escalones: Claro, no eran de esa generación inmediatamente anterior.
Sergio Madrid: Teníamos otro sentimiento con la dictadura, o resentimiento más bien. Y probablemente estas acciones de grupo, como los mismos encuentros que hizo Mauricio, incluso ese mismo restaurante, que era el primer restaurante naturista de la ciudad, también aparecían como una diferencia. Hacer las cosas de otra manera. En aquellos años había un ánimo de eso. Y bueno, el título “Retaguardia de la vanguardia” lo tomamos de Roland Barthes, pero por la cita que él hace, en el fondo es un gesto que lo sacamos de contexto, porque Barthes se refería a la novela (Risas). Nos interesaba esta idea de amar lo que estaba muerto. Fíjate que la visión no estaba tanto hacia lo nuevo en ese sentido, más bien hacia lo antiguo.
49 Escalones: Claro, porque allí hay un punto de inflexión al momento de crearse. Y corrígenos si nos equivocamos. Vemos un afán de localización, saber desde dónde estoy escribiendo. Hacer de La retaguardia de la vanguardia tal como lo muestra la contratapa de la primera entrega, un estar en la vanguardia de la retaguardia, o sea cómo localizarse entre tradición y ruptura.
Sergio Madrid: Claro, por ahí iba el asunto, claro. Había una preocupación por mirar hacia atrás, si se quiere y aunque eso no fuera lo actual, tener ese sentimiento de amor a eso.
49 Escalones: Nos imaginamos que allí había no necesariamente un choque, pero si una distinción entre la escritura poética o narrativa que había en la época.
Sergio Madrid: Claro, porque eso significaba la lírica, en el fondo. Esto de hacer una poesía más lírica. Que sonara, bueno, que toda lírica suena como debería sonar en su época, pero esta recuperación de lo lírico era muy importante en ese tiempo.
49 Escalones: ¿Tendrá que ver ese detalle de tratar de recuperar lo lírico con ese afán de “volver al yo” para, en una especie de repliegue frente al discurso público que era barbárico, establecer lo que posteriormente sería la crítica del espectáculo, tomando la línea de Debord, pero que en ese momento, la segundad mitad de los 80, ese discurso público-barbárico que va a venir después en tu asimilación teórica respecto de tu propia poesía? ¿Ves ese lirismo convertido en una especie de bastión, en una especie de exploración de un ámbito inédito de cognición frente a esa cuestión violenta que está en el mundo exterior?
Sergio Madrid: Lo que me plantean apunta algo como a una cuestión interpretativa, ¿no?…
49 Escalones: Sí.
Sergio Madrid: No sé si aventurarme en eso.
49 Escalones: Puedes desecharlo.
Sergio Madrid: No, pero a ver: primero esta relación tácita entre el “yo y la lírica”, digamos, que yo nunca entendí muy bien. En ese tiempo estaba Gonzalo Millán en el circuito donde se planteaba una poesía objetiva. Son cosas que nunca comprendí del todo, y aún no las comprendo del todo, porque esta cuestión del yo es más complicado de lo que parece. Además siempre está Rimbaud detrás de todo esto con su “yo es otro”, diríamos (Risas). Es una cosa que obviamente deconstruye esta idea afirmativa que detrás de la lírica está el yo. En el fondo, el yo está en todas partes, eso a nivel, digamos, de guiño teórico. Pero en lo personal, y allí esto entra en un terreno del ethos, para mí la poesía tenía mucha relación —así lo sentía—, con un gesto terapéutico. Incluso alguna vez aventuré algún título… “Terapia”… En fin, digamos que la poesía es no sólo expresión, sino un cómo mejorar de salud. Y yo creo que eso en mi libro Voz de locura se nota: esto de expresarlo todo va en lo dionisiaco: hay entonces una otredad que es muy fuerte en lo lírico. Ahora bien, para mí la diferencia de la recuperación (rescate, pero también sanación) de lo lírico, no radica en el “yo”, para mí radica en el canto. En el afán de cantar, en esto de preguntarse imaginativamente ¿que hizo el primer hombre cuando usó la voz? Por ejemplo, si la usó para qué… Sería bonito poder decir que la usó para cantar (Risas). Hay acá este afán de cantar, digamos; esto de leer un poema y cantarlo. Incluso me acuerdo que en esa época en que hacíamos recitales se trataba de leer cantando, incluso se traicionaba el verso para cantar. Para mí la lírica radica en eso: cantar, más que el tema del yo. No me hace mucho sentido esto de una poesía objetiva. Puede ser, sí, se puede describir así, pero digamos, como propuesta estética nunca me convenció.
49 Escalones: Aparte que a través de tu comentario se devela la complejidad, la densa complejidad que implica tratar de caracterizar qué puede ser el ”yo poético”, el “yo que canta”.
Sergio Madrid: Claro, claro. Yo he escuchado muchas veces esto de la “lírica” y el “yo”, incluso despectivamente. Y la verdad cuando escucho eso, me da escalofrío (Risas).
49 Escalones: Es interesante ver cómo en los últimos tiempos se ha vuelto a plantear un debate en torno al “yo”, al sujeto que enuncia en los textos literarios. Y como parte de ese debate ver por ejemplo diversas declaraciones donde hay una especie de autoculpa o una especie de “yo no tengo que ver con el yo”. Pareciera que enunciar el “yo” en el texto es signo del viejo Chile neoliberal que se desea superar. Tu testimonio muestra, por otro lado, que el tema es bien complejo.
Sergio Madrid: No sé, debería ver con calma eso (…). A ver, lo primero, para reirme un poco, yo estoy hablando del yo, pero al mismo tiempo de alguien que quería hacer cosas colectivas (Risas). A ver, como te digo, no me convence esa cosa. Como no convencería jamás cualquier tipo de discurso que pretenda dar pauta de cómo se debe escribir poesía. Porque además esto de escribir poesía tiene —y tal vez no es para todos así— mucho que ver o es casi como un acto involuntario. ¿No? Es cómo se te da. Y no puedo decirme a mí mismo que la poesía se me tiene que dar de esta o de tal manera. Simplemente preguntar, ¿se me da? Sí. Y lo que trato es de darle lugar a eso, comprender eso. Pero ese otorgamiento se me da de una manera determinada y tal vez en algunos momentos de mi vida se me brinde como algo sutilmente distinto. Pues lo que trato de hacer es comprender eso. Incluso el ejercicio de la escritura es comprender aquello también. No es que uno pueda autoimponerse y decir “esta es la manera en que tengo que escribir”. Eso me parece suicida. Incluso, si es así lo que algunos han planteado, me parece hasta vergonzoso, porque además, avergonzarse del “yo” es como avergonzarse del pie, avergonzarse de una oreja; el “yo” es parte de la personalidad. Entonces, digamos, la poesía no es la persona, pero esas divisiones son teóricas, son analíticas. Sin duda, separo la poesía de la persona teóricamente, pero la verdad, no se puede separar como algo absoluto porque históricamente no hay manera de separarlo teóricamente. Ahora, claro, de modo analítico está bien separar las cosas, no meter todo en el mismo saco. Pero ese todo se integra a un todo, las partes se integran. Por eso no veo razón por la cual el “yo” pueda ser excluyente de la poesía, de hecho, no es así.
49 Escalones. Bueno, tal vez obedece simplemente a los prejuicios ideológicos de nuestra época actual.
Sergio Madrid: Respecto al “Yo”, afirmo, un poco exagerando, que el mejor poeta del mundo es Álvaro de Campos. ¿Por qué? Por lo mal que habla de sí mismo (Risas). Por lo mal que se trata a sí mismo. Y eso es una manera de establecer el “Yo”. Y eso es una cosa que he ido intentando, y creo que en Voz de locura ya hay sobre todo en los últimos poemas, atisbos de eso, de ese “Yo” que se ve a sí mismo de un modo deleznable.
49 Escalones: Se autoironiza…
Sergio Madrid: Y se trata muy mal. Acuérdense de ese poema titulado “Poema en línea recta”, por ejemplo, o “Tabaquería”. Son poemas en donde el “Yo” se muestra en toda su precariedad, ¿no es cierto? Que es muy distinto al “Yo” de Pablo Neruda o al “Yo” de Pablo de Rokha. Entonces cuidado con esto del “Yo”. Ahora, yo creo que el “Yo contemporáneo” es el “Yo” de Pessoa, o sea el “Yo” de Álvaro de Campos. Por eso digo que es el mejor poeta del mundo.
49 Escalones: Hace unos momentos mencionamos la figura de Juan Luis Martínez. Hoy en día está muy en boga, existen reediciones, pero en esa época, a mediados de los años 80, sólo se había reeditado por primera vez La nueva novela. Notamos que hay cierta influencia directa suya en la visualidad que articula Bischhoffshausen, pero también en Los novios de Ariadna, como también en ciertas temáticas que se abordan en el mismo año en que falleció (1993) y que aparecen en el primer número de la revista Libertad 250. Se menciona harto la figura de Juan Luis Martínez, de su parte. ¿Cómo fue el contacto? ¿En el café Samoiedo, en Librería Altazor?
Sergio Madrid: Juan Luis Martínez… me tomaré unas palabras de Yeats, cuando Yeats se refiere a Oscar Wilde: “Era el mejor conversador de su época”. Creo que Martínez era el mejor conversador de mi época (Risas). Y creo que su influencia, en ese sentido, en esa época es inconmensurable. Más que a través de La nueva novela misma, sino que a través de la conversación con él, conversaciones sobre poesía, y sobre el mundo también, sobre miles de cosas y donde él era muy reticente a toda contingencia política en poesía. Había además una cosa de diferenciación, pues era una época donde había mucha moda, o sea abundaba “la poesía panfletaria”, como se decía entonces. Incluso he pensado que alguien podría dedicarse a recoger todo eso para ver qué “poesía panfletaria” se escribía. A nosotros, que éramos muy exquisitos, nos parecía una poesía muy deleznable, poéticamente hablando.
49 Escalones: ¿Era una opinión del grupo o también de Juan Luis Martínez?
Sergio Madrid: También de Juan Luis. Todo eso nos parecía cosa anecdótica. Entonces había que alejarse de eso y alejarse también de los políticos (Risas). Y eso lo volví a encontrar, por ejemplo, conversando con Maquieira. No parar ahí. Porque, por ejemplo, hubo un tiempo en que yo iba mucho a Cartagena, a la casa de Huidobro, que era de un amigo de Maquieira, Mario Lobo, quien me prestaba la casa. Y allí en Cartagena había algunos tipos que estaban metidos en política, y Maquieira me decía: “no te metai con esa gente…”. O sea, “mantente lejos de los políticos de cualquier lado, weón”. Y eso yo lo tenía ya desde la Dictadura, esa distancia con el circuito, con la manera de cómo circulan las cosas en el ámbito de la política.
49 Escalones: Eso igual se nos hace curioso, ya que se le ha dado énfasis a una lectura política de La nueva novela.
Sergio Madrid: Pero por supuesto, eso es distinto. Esto, lo que digo, no es ser apolítico, ojo, es no entrar en la facilidad. Es no caer en la facilidad. ¿No es cierto? Como no caer en el exceso de uso de gerundios.
49 Escalones: O en los lugares comunes.
Sergio Madrid: En los lugares comunes o en la cosa puramente contingente, puramente inmediata. El aplauso fácil.
49 Escalones: Hay algunas maneras de querer leer a Juan Luis Martínez no tanto referido al mecanismo retórico de La nueva novela al que se le puede sacar rendimiento político, que eso es una cosa, sino que el propio gesto de montaje de La nueva novela es político per se. Y bueno, allí hay algunas discusiones.
Sergio Madrid: Bueno, yo creo que es factible leerlo así. Pero no vas a ver en La nueva novela, a pesar de los años en que fue escrita, no va a haber ni una referencia directa a la dictadura o a los desaparecidos. Son cosas que Juan Luis sabía, él no entraba en esa zona directamente. Él estaba haciendo otra cosa.
49 Escalones: Y esa impronta él se las decía, la conversaba…
Sergio Madrid: Era parte de la conversación.
49 Escalones: En una nota, también sobre Juan Luis Martínez, que escribiste en algún momento, mencionas que trasciende la influencia literaria misma y pasa a ser también una figura ética.
Sergio Madrid: Bueno, hay una entrevista que se publicó alguna vez en donde dice que: “La ética es el pan de cada día”. Esto de la ética es un tema antiguo la verdad. Si tú te vas a las vanguardias, que serían como las referencias más patentes de Juan Luis Martínez, la vanguardia es la ética, ética y estética, es donde se supera esa diferencia. A veces eran bastante dogmáticos en ese sentido. Hay un tema de ética. Ahora, en la poesía contemporánea podría hacer, tal vez, esas distinciones, entre los poetas más estéticos y los poetas más éticos. Hay grandes éticos: Cernuda, por ejemplo, que es un poeta que siempre he amado mucho, a quien se le podría perfectamente ver como un poeta ético. Y Nietzsche. Al final es el gran moralista ¿no? Ahora lo ético se llama experiencia. ¿Cómo separar la experiencia de la ética?… Pero en Martínez la ética es fundamental, sobre todo en su conversación, en sus actos. A pesar de que su trabajo resulta ser extremadamente estético. De hecho, fíjate que estas rayitas, estas negaciones del nombre, que son maneras de reafirmar también el nombre, digamos, que juegan a ese juego doble, pero lo que soñaba Juan Luis era hacer un libro en que nada fuera de él. Fíjate que esa ausencia del Ethos, pero en el fondo, este trabajo objetivo, con cosas externas, es casi como el trabajo del alquimista, porque lo que hace el alquimista es transformarse a sí mismo, pero no directamente, sino en el laboratorio. Entonces, hay una mirada… bueno, todas estas cosas del alquimista también eran parte de las conversaciones. Eso era otra cosa. El ingrediente esotérico de la poesía, que se ve muy ausente en los poetas más jóvenes.
49 Escalones: Incluso, hay algo muy importante allí, porque justamente estos temas, a pesar del ambiente de época y de esta poesía panfletaria y de la pretensión objetivista, están latentes en el 92. Cuando se hace la presentación que estuvo a cargo de Virgilio Rodriguez y Floridor Pérez, esos elementos ya estaban presentes en la misma Retaguardia de la vanguardia (1992). ¿Cómo fue el impacto de esta publicación, respecto de esos temas?

Sergio Madrid: Si observan en Los novios de Ariadna, hay algunas imágenes que nosotros sacamos de un libro —que nunca más he vuelto a ver— que era de Jacques Van Lennep. Creo que se llamaba Arte y Alquimia.
49 Escalones: Sí, Arte y alquimia se llama ese libro.
Sergio Madrid: Y bueno, sacamos unas partes, justamente en la búsqueda de darle lugar a esta cuestión esotérica.
49 Escalones: Claro, ahí se habla de los cuatro ángeles, él habla de la simbología. Eso se traspone a lo que es La retaguardia de la vanguardia.
Sergio Madrid: Y ese simbolismo alquímico, al cual uno no llega desde el esoterismo, ni nada, uno llega ahí por Rimbaud. Llega por la “Alquimia del verbo”. Y está la idea de pensar el lenguaje como una alquimia, a propósito de lo que decíamos de la sanación…
49 Escalones: Y lo terapéutico…
Sergio Madrid: …va por ahí.
49 Escalones: Es interesante ver que con todas las cosas que estás diciendo, de manera implícita, se arma una poética. El lenguaje como alquimia, como sanación, simultáneamente como canto, y a su vez tomando distancia de lo contingente, sin abandonar la preocupación por lo político. Hay cuatro o cinco elementos que podríamos afirmar, mirando desde afuera, aquí hay una poética.
Sergio Madrid: Claro, podrían ser ingredientes para una poética, pero también son elementos diferenciadores. Son elementos también de diferencia. Pero en ese tiempo era muy fácil escribir en contra de la dictadura, la verdad. Era tan esperado.
49 Escalones: Era totalmente esperable.
Sergio Madrid: Sí.
49 Escalones: Entonces la idea era cómo marcar una diferencia. Hay un asunto que tiene que ver a lo que ustedes están haciendo acá en Viña en esos años y que vinculo a un texto de Sergio Mansilla, el poeta de Chiloé, que escribió en 1989, y que Marcelo Pellegrini en un ensayo suyo cita. El texto de Mansilla dice así: “El triunfo más grande de la dictadura sobre los poetas jóvenes hubiera sido reducirnos a un conjunto de jóvenes airados escribiendo por reacción a los sucesos de la historia”. En ese entendido, la tragedia de un poeta en aquel momento era escribir un poema contra la dictadura, porque significaría que ésta habría triunfado.
Sergio Madrid: En ese tiempo no tenía esta nomenclatura, pero la poesía también es una obra de arte, es también un dispositivo. De alguna manera, uno más o menos ya intuía esto. O sea, no es un objeto de contemplación, sino un dispositivo que realiza cosas, en la que hay pulsiones que tienden a realizarse. Y el canto es una de esas. Esto que decía Borges: si uno lee un buen poema, dan ganas de leerlo en voz alta. Que suene. Es parte del dispositivo, entonces. Hay que tener un cierto cálculo digamos de ese dispositivo, de ver cómo funciona.
49 Escalones: Claro.
Sergio Madrid: Lo podemos comparar asimismo con instrumentos musicales, por ejemplo con los futuristas: Russolo con los Intonarumori, con esas cajas, quería hacer una música con los ruidos, pues no había instrumentos para eso. Y bueno, se necesita un dispositivo para eso. Es difícil separar la música de los instrumentos.
49 Escalones: Y es así de difícil como separar la poesía del lenguaje.
Sergio Madrid: Exactamente.
49 Escalones: Bueno, y esa cuestión pone a la palestra la complejidad, nuevamente, de qué forma en momentos históricos álgidos el lenguaje se vuelve más o menos opaco respecto a ese tipo de exigencias.
Sergio Madrid: Bueno, la opacidad es un término que se utilizaba mucho en ese entonces. En esa oposición entre transparencia y opacidad obviamente nosotros íbamos por una cuestión más opaca.
49 Escalones: ¿Y cómo fue recibida en esos años esa opacidad, considerando los pocos artículos de prensa que se pueden encontrar? ¿Hubo recepción positiva, negativa?
Sergio Madrid: Yo sentí que fue muy positiva la recepción. Incluso, nosotros como viñamarinos, andábamos en un circuito bastante burgués, digamos. Me parecía que ese era el público. Me parecía que allá era donde había que ir y creo todavía lo mismo. O sea, creo que hay que ir a esa zona donde la poesía no existe (Risas). Era como explorar ahí. Y creo que incorporamos a mucha gente. Aún me encuentro con personas de la época, que no veo hace años. A veces no me acuerdo ni quiénes son y se acuerdan de La retaguardia de la vanguardia; del lanzamiento que fue multitudinario. Mucha gente, mucha gente de todos lados. Y no solo poetas, sino también gente que no tiene nada que ver con la poesía. Esa gente era la que a mí más me interesaba y la que más me interesa, la verdad, más que el público…
49 Escalones: Especializado.
Sergio Madrid: Entre comillas especializado. Además, no creo que la poesía deba ser una actividad especializada. No la siento así. Creo que no lo es… Creo que la virtud de la poesía es justamente no serlo e incorporar otras cosas. Hoy en día me hubiera gustado estudiar otras cosas… no sé, cosas ingenieriles, por ejemplo, cuestiones de ese tipo que creo que en la poesía caben muy bien. O que podrían ser muy novedosas. En vez de esta poesía tan literatosa y tan funcional a la política o a la contingencia de la política.
49 Escalones: Funcional a los discursos del día.
Sergio Madrid: Hay muchas paradojas y entre ellas tengo una paradoja personal. A mí no me gustan los colectivos, pero si me gusta hacer cosas en conjunto, pero me gusta la obra, una obra hecha por varios. Pero no arbitrariamente, sino porque hay ahí un sustento de vida, un sustento de ética.
49 Escalones: Sergio, respecto a la publicación de Los novios de Ariadna, habías dado un nombre anteriormente que nos llamó la atención. Cuando lo leímos pensamos en un quinto mosquetero: Jacques Van Lennep. Dijiste que habías leído el texto Arte y alquimia. ¿Cómo fue que llegaron a ese texto? ¿Tuvieron contacto con Jacques o fue una intervención?
Sergio Madrid: Cuando a Daneri se le ocurrió esta brillante idea de proponerle a Virgilio Rodríguez que fuéramos ayudantes en el Instituto de Arte de la PUCV, y nos contrataron, llegamos a un Instituto que estaba en Recreo, en una antigua casa blanca, en la esquina de Amunátegui con Latorre, una casa que casi se caía a pedazos. En el segundo piso nos dieron una oficinita. La primera oficina que tuvimos. Era un espacio chiquito que era de Leonidas Emilfork, que en ese tiempo estaba en Estados Unidos. Había una máquina de escribir antigua, pero eléctrica (Risas) y tenía una puerta pequeña que daba paso a la biblioteca. Era una biblioteca cerrada, una biblioteca que no atendía público. Era una biblioteca que teníamos con Daneri exclusivamente para nosotros. Con un mesón largo al medio, con muchos libros, estantes paralelos. Estaba todo con libros. Imagínate, para nosotros esto era un tesoro, y ahí estaba. Habían dos tomos de Arte y alquimia de Jacques Van Lennep. Ahí fue que encontré ese libro, pero esos ejemplares se perdieron. Ya no están en esa biblioteca. No sé cómo, pero ya no están. Nunca más he vuelto a ver ese libro (…). Ese es un libro secreto prácticamente. Nosotros teníamos los dos tomos.

49 Escalones. El autor es belga o húngaro, vive en Europa. Son textos densos sobre alquimia.
Sergio Madrid: Nadie sabe quién es.
49 Escalones: Según nuestra información sigue vivo, debe tener unos 80 años.
Sergio Madrid: Es notable. La visión que tiene sobre obras de arte, desde el punto de vista alquímico, usando el lenguaje alquímico, es notable (…) Bueno, el tema esotérico es importante en la poesía. Quizás otros dirán que no y está bien, pero yo creo que sí. Aparte, en esos años las cosas eran algo intuitivas. Ahora con los años, uno ha indagado en ese tema, no sé si alguien habrá leído a Gurdjieff ahora. Pero Gurdjieff es importante.
49 Escalones: Hay una nota de Octavio Paz al parecer que dice que en momentos de represión política, la poesía se vuelve o vuelca hacía lo esotérico.
Sergio Madrid: Puede ser, es una hipótesis interesante.
49 Escalones: No recordamos dónde Paz lo dice, pero sin duda eso también se confunde con la vanguardia, que es también una de las grandes vertientes de las cuales ustedes bebían. No es solamente un discurso racionalista, es todo lo contrario. Por ejemplo, los surrealistas tenían una vertiente esotérica que exploraban profusamente.
Sergio Madrid: André Bretón dice por allí que incluso a la desesperación hay que darle un lugar. Esa es la magia de la poesía, esa capacidad de dar lugar a todo.
49 Escalones: En ese sentido, en La retaguardia de La Vanguardia, mirándolo retrospectivamente, ¿crees que habrá tenido que ver ese afán por lo mágico, entendido por ejemplo en la circunstancia azarosa de la amistad, en el lugar en que se dio, en las imágenes que convocaron, en la sorpresa que provocó en un público? Todos esos elementos autónomamente tal vez no dicen mucho, pero congeniados unos con los otros, da como si fuese una combinación alquímica.
Sergio Madrid: Si, yo creo que intuitivamente. Más intuitivo que consciente, como suelen pasar estas cosas. Pero algo de eso hay. Para nosotros, todo era una gran fiesta, una celebración permanente. El lanzamiento del libro fue una gran celebración también. Sin reticencia o sin prejuicio hacia la abundancia. No estábamos centrados en la pura precariedad. Más bien, la idea era que nos interesaba mucho la frivolidad en vez de la profundidad.
49 Escalones: Eso suena también como un afán de provocación, algo muy interesante. Pensábamos que esa provocación, que es un gesto muy baudelaireano en cierto sentido, tiene que ver con una sociedad que estaba comenzando a experienciar la banalidad de lo neoliberal, como se diría hoy. Pero cuyo modo de crítica no está otorgado desde cierto ascetismo intelectual que anhela de pronto volver a una sociabilidad “autosustentable” con arados y aboliendo el dinero.
Sergio Madrid: Si se dan cuenta, esa reflexión era lúcida hacerla en ese tiempo, ya que una crítica al espectáculo en cierto modo es una crítica a la frivolidad. Claro, lo que pasa es que uno observaba esto y nos interesaba críticamente, pero no partíamos de la profundidad, no íbamos a un rincón oscuro de un bar, nosotros íbamos al bar más taquillero del momento, en Reñaca, ¿se dan cuenta? Allí donde está la frivolidad misma, allí estábamos nosotros. Eso era lo que nos interesaba. Ahí era donde “jugábamos”. Incluso en el Kamikaze, un pub de moda en aquellos años, nos tenían una mesa reservada para nosotros. Lograr eso era más desafiante que quedarnos sentados, profesando profundidades. En realidad, la profundidad, desde lo que sabemos, no es más que un efecto de la superficie (Risas).
49 Escalones: Pero no deja de ser llamativo, porque esa manera de criticar desde la frivolidad, lo podemos seguir asociando a una “actitud” baudelaireana: desde la frivolidad al contexto frívolo que está dado en ese momento, desde afuera.
Sergio Madrid: Yo creo que era parte del cálculo, si mal no recuerdo. Creo que estaba dentro del cálculo y nos reíamos mucho de esas cosas.
49 Escalones: Tal vez estaban desarrollando una crítica a una manera de entender la sociedad que en ese momento no se hallaba preparada para entender el gesto crítico que estaban enunciando, porque aún era una sociedad enmarcada en la dicotomía rico/pobre- izquierda/derecha.
Sergio Madrid: Es posible que sea así. Uno ahí va reinterpretando, pero en el momento íbamos donde las papas queman.
49 Escalones. Luego de la publicación de Retaguardia de La Vanguardia, ¿qué sucede con los integrantes? Refieres en algún momento que Los novios de Ariadna fue el “canto del cisne” del grupo, y luego pasan diez años para que vuelvas a publicar un conjunto.
Sergio Madrid: Claro, no recuerdo muy bien lo de los tiempos, pero luego del segundo libro de seguro se produjeron algunas diferencias. Tal vez el grupo con Mauricio no funcionó bien, por una parte. Por otra, Daneri partió a Estados Unidos. Después, más tarde, Alex se fue a Puerto Natales, Punta Arenas. Mauricio partió a Santiago y siguió otra senda. Y así… creo que fue un suceso natural de la vida. Creo que nunca conviene plantearse estas cosas para siempre. Son obras. Nos juntamos. Se dio que pudimos estar juntos por mucho tiempo y después hicimos otro libro, pero lo hicimos con Alex. Ambos estábamos en Viña, en donde por supuesto incluimos a Daneri como a Mauricio, pero fue una cosa que hicimos… es algo que está ahí, está hecho, pero nunca se publicó. Está con gráfica y todo. Pero me parece que algo Daneri le respondió a Alex que no le gustó, pero eso está ahí, quizás algún día… Incluso, hace unos años atrás, nos juntamos con Alex acá en Viña y me planteó la idea de publicarlo, a lo mejor alguna vez lo publicamos, quien sabe, tal vez valga la pena… ya ni me acuerdo qué poemas hay.
49 Escalones: En este afán e instancia de reinterpretación, porque claro, han pasado muchos años, leyendo tu obra personal como Sergio Madrid, nos hemos topado con poemas que si hacen repensar ese tiempo. Hay un poema que ayuda a entender lo que fue La Retaguardia de La Vanguardia, no sabemos si como un poema homenaje o como un poema de cierre. Es el poema “La generación escindida”.
Sergio Madrid: Hay dos versiones de “La generación escindida”.
49 Escalones: …sí, la versión de Cadáveres. Es el que dice: “sólo se fracasa en la realización”.
Sergio Madrid: Si, ese poema fue como bien… me acuerdo que cuando lo publiqué alguien me recomendó no publicarlo. Me podían echar de la universidad (Risas). Pero eso no pasó, si nadie lee (Risas). Fue un poema fuerte en su momento. No sé si ahora tenga el mismo impacto, pero en ese momento tenía fuerza. Porque además nombro la cocaína, las cosas tabús, las cosas prohibidas (Risas). Sí, ahora no lo había pensado como lo dices, porque claro, ese poema es una revisión hacia atrás, hacia un pasado. Y el otro también, pero este es más fuerte. Quizás el otro también se podría leer desde esa perspectiva: leer La Retaguardia de La Vanguardia desde ahí.
49 Escalones: ¿Crees que habría otro poema tuyo que funcione en esa perspectiva?
Sergio Madrid: No sabría decir, porque no lo he pensado de esa manera. Nunca he escrito un poema pensando o revisando ese tiempo conscientemente. Pero claro, si me pongo a releer las cosas tal vez lo encuentre.
49 Escalones: Se podrían encontrar esas piedras luminosas.
Sergio Madrid: Si, todo está concatenado de alguna manera.
49 Escalones: Respecto a otro poema también del libro Elegía para antes de levantarse, titulado “En la tumba de Juan Luis Martínez”, allí hay una pregunta: “Frente a la tumba ¿cuál fue nuestra herencia?”. ¿Cómo responderías esos versos veinte años después de su publicación?
Sergio Madrid: Hay un poema de Ginsberg que se llama “En la tumba de Apollinaire”. Siempre me gustó mucho y me encantaba el título, entonces tenía esa idea de escribir un poema llamado “En la tumba de Juan Luis Martínez”. Ahora, lo de la herencia, es un tema… Creo que en algún momento nosotros sentimos, por lo menos yo lo sentí… Empecé muy chico en esto, entonces uno siempre está viendo a los poetas, y uno se sabía poeta, pero uno sabía también que estaban estos techos, estos tipos grandes, pero en algún momento uno comprendía que iban a desaparecer. Iba a ser “el tiempo de uno”, que es como la sucesión de las generaciones podría decir alguien. Era como decir “ahora viene mi tiempo” como “herederos de estos otros”. Cuando murió Juan Luis Martínez sentí ese vacío. Como que se acabó. Hubo una cosa que se acabó.
49 Escalones.Y ahí viene “el ahora qué”.
Sergio Madrid: Claro, y ahí viene la pregunta ¿qué heredamos? Esa es una pregunta tan difícil que queda esa sensación de vacío: que no heredaste nada. Eso es lo que quería transmitir yo ahí en aquella pregunta, ese vacío ante lo que se va, qué nos queda de lo que se va.
Creo que nada más deba decirse en esta ocasión.
