En el día de mi muerte
Que llueva a torrentes
Conozca cada cual
Que un hombre se ha ido
Hace una semana ya tocaba despedir al autor del cual se rescata el título del presente blog: Roberto Calasso, fallecido en su Italia, con una larga trayectoria como ensayista, novelista y editor. Pero en esta oportunidad, más íntima por lo demás, nos toca recordar al poeta Rubén Jacob, nacido en la ciudad de Santiago de Chile, en 1939, criado en Angol hasta los diez años, quien dejó su paso por la ciudad de Limache y, de manera definitiva, Quilpué. Fue profesor de Derecho en la Universidad de Valparaíso y poeta. Como agudamente menciona Marcelo Pellegrini en el prólogo a sus obras completas: Rubén Jacob, qué duda cabe, es el poeta de las sombras amables. Su poesía, mezcla de soledad cálida y tiempo punzante en la experiencia humana, sigue siendo un hito para la región. Publicado The Boston Evening Transcript, su primer libro en 1993, en la editorial Carpe Diem —creada para la oportunidad, con edición a cargo del poeta Marcelo Novoa— genera un impacto en la poesía de la década, siendo reconocido rápidamente como un poeta fundamental para su generación, recibiendo comentarios de poetas y ensayistas como Miguel Gomes, Pedro Lastra y Gonzalo Rojas. A esta publicación, tres años más tarde, le seguirá Llave de Sol y una reedición de su primer poemario, en el año 2003, ambas bajo el alero de la Editorial Altazor. En los últimos años de su vida, publica Granjerías infames, en el mismo sello editorial, cerrando una trilogía poética sumamente humana, la cual se encuentra reeditada en su Poesía completa (2017), por la editorial UV.
Hoy se cumplen once años desde que, en un pálido 2010, Rubén Jacob dejó sus calles de Quilpué. Sus cenizas se encuentran esparcidas en el estadio de Santiago Wanderers, club de sus amores. A nosotros nos queda leer la poesía de Rubén, amigo de nuestros amigos, implacable profesional y poeta, a nosotros que no acabamos de ingresar a este pasaje de tiempo y letras. Once años han pasado, y toca conocer que un hombre palpita en estos poemas, que un poeta pasó por nosotros, por estas pedregosas calles, toca conocer que un hombre se ha ido. Nos saluda, en alguna extraña forma del tiempo, al fondo de esta calle.
—Bastián Desidel
Adagietto
¿Por qué entré a la vermut en ese cine
Un día jueves de un mes de diciembre?
Ahora ya no lo sé
Pero ahí sentado esperando
En las butacas de esa sala apagada
Miraba absorto la pantalla
Donde Bogarde representaba a Aschenbach
Lo vi bajar a la playa
Y después desplomarse en el sillón
Frente a la opacidad del océano
En tanto el Adagietto
De la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler
También desaparecía en el día expirante
Me había juntado con Visconti y Thomas Mann
Y con la muerte en Venecia
Confundido seguramente
Por indelebles remembranzas
Pero lo cierto es que nunca
Podré olvidar ese Adagietto
Me sigue va conmigo a todo lugar
Me acosa me mortifica con su dolor
Afuera del cinematógrafo olvido ya las imágenes
No recuerdo los olores deprimentes
De la enfermedad ni la decadencia
Del balneario ni la peste
Ni el cálido mar del verano
Solamente la música del Adagietto
Que está inmersa en el tiempo pasajero
Que no escapará de ahí jamás
Que continuará allí atada
Para siempre para siempre
Agobiándome en la noche de luna
O bajo el sol naciente
O en el vano tiempo destructor
Hasta que me aleje
Y me evada de todo este desasosiego
De ese diapasón que enerva
Sufriéndola como si estuviera lapidado
¿Dónde termina aquello este mudo gemido?
Parado en el borde de una cuneta
Capto el ruido del tráfico
Que viene desde las orillas del río
Es el Adagietto que retorna
Y que en el sur de mis sueños permanece
Dejadme en paz con él
Mirando la llama de la cerilla
Que tiembla entre mis dedos
Otra vez cuando ya no existo
¿Dónde termina aquello?
¿Este mudo gemido?
De Llave de Sol (1996)
La Inconclusa
El maestro dijo que toda nota
Debe terminar muriendo
Que además no hay nada que temer
Excepto el temor
Y las largas listas que el dolor
Arroja
Todo debe seguir su curso
La hierba debe crecer
Y los niños deben morir
La última nieve debe derretirse
Somos eso pobres conscriptos
En una fortaleza sitiada por el enemigo
Yo nombro a las sombras sempiternas
Y descorazonadas de nuestras almas
Que ya he citado tantas veces
Que son más viejas cada vez
Para que acudan
Pero sólo son sombras muertas
Ah vida inclemente
Que soportas la angustia
En la Octava Sinfonía de Schubert
Bruscamente inconclusa
¿Cómo retornar desde ahí
De su ardiente registro
Hasta esta remota comarca?
¿Cómo sobrevivir en la marea
Interminable
Repasando versiones ya esfumadas
En la pasta florecida?
Pues ya lo sé
En el aire de la tarde
Entre el ocaso y el amanecer
Proseguiremos explorando
Aunque nada encontremos
Solamente un gemir sin sonido
Un gemido sin voz
Tal vez en el bosque o en la costa
Solamente encontremos
Ese gemido sin voz
Ese susurro sin voz
Salido del tiempo.
De Llave de sol (1996)
Los Brandenburgueses
Cuando aprendí la teoría de los comurientes
O las palomas que vuelven al palomar
éramos tan jóvenes
Tan dolorosamente jóvenes
Creíamos que todo el mundo era nuestro
Ahora que el cruzar de tantas horas
Está volteándome
Me pregunto tranquilamente
¿Por qué mi madre no entendió nunca
Los conciertos brandenburgueses?
¿O la prescripción extintiva
Que es como la eternidad
Del tiempo?
Quizá a ella ahora
Que ya está muerta
Le encantarían los brandenburgueses
Y les diría a los músicos
Anda tóquenlos una vez más
Repitan el clavecín del Quinto
Tóquenlos una vez más.
De Granjerías infames (2009)
Larga Ausencia
Mira. Escúchame.
Si todo necesariamente morirá
Si el mundo de todos modos
Nos va a olvidar
Existir es estar
Sosteniéndose en la nada
Vagando en una selva de sueños
¿Lo reconocerás algún día?
Ah caracola susurrante del tiempo
En el camposanto frente a la cárcel
Flamean los aromos
Y llega el viento del océano
¿Podremos los presentes acostumbrarnos
A tan prolongadas ausencias?
¿A que todos los caminos
Conducen necesariamente
A la indefensión absoluta?
De Granjerías infames (2009)
In memoriam Malcolm Lowry
Llorad por mí
Calles húmedas de Angol
Veredas húmedas de Limache
Oscuras avenidas al anochecer
Y hojas marchitas caídas
A las acequias de piedra
¿Dónde estáis ahora?
¿En qué extraña forma del tiempo?
Antigua alameda de plátanos
Y trenes surgiendo
De lo nocturno
En la estación iluminada
¡Despobladas calles lluviosas
Polvorientas calles del estío!
Llorad por mí
Llorad por mí.
De Granjerías infames (2009)