Virgilio Rodríguez Severín es Licenciado de la Facultad de Filosofía y Letras, mención Castellano (Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, 1973), Master of Arts (Columbia University in the city of New York, 1978), Master of Philosophy (Columbia University, 1981), y egresado del programa de Magister en Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile (2000).

Es profesor titular del Instituto de Arte de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. En la actualidad, tras jubilar, es profesor contratado del mismo Instituto. Fue su director por casi dos décadas.

Últimamente, ha publicado los siguientes títulos: De ocio y cielo (Santiago: Beuvedráis, 2007), Los puentes cortados (Santiago: Alquimia, 2014), reedición de Los puentes cortados (Madrid: Vitrubio, 2015), Prisión del aire (Valparaíso: Bogavantes, 2017), Sentimiento oceánico (Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2017) y Lo real de otra manera (Santiago: Antítesis, 2018).


El mar

El mar tiene un corazón que late
es uno grande que guarda sus recuerdos
los peces que han pasado las batallas
se pega al fondo de los naufragios
y guarda los últimos momentos
se alegra con el surco de las embarcaciones
que compiten en su extenso dominio
se ríe de los pescadores en sus temores
en medio de la tempestad
accede a que los peces nazcan y se vayan
deja que el viejo del mar hable por él
que diga palabras en griego que suspenden a los mortales
que todos los sonidos vengan y vayan
y que a veces un suave gloglotear como
de batea de casa pobre se escuche.

El mar se hincha y chapotea en las orillas
todo él es un gran corazón que guarda los recuerdos
late dando una vida a otro que no es él
a una roca que vaga por el espacio
con un permiso que limita su movimiento
mar que se sabe contrario al patrón al jefe
que explosivamente quema su carácter
y exige ser el dios de todos los sumisos
tú ríes súbitamente no eres más que una película
donde los actores están hace tiempo carbonizados
sabes que vuelves a ser el mismo
en cada mirada desde la orilla.


Casa dañada

Los astros hacen latir al enorme cielo
y siento ese pulso dentro de mí.
En el vivac de la noche las luces
se aprestan para el combate interminable
pero los antiguos ejércitos
ya no reconocen enemigos.
Se filtran las estrellas
en el mundo que yo encierro
y proyecto en la mirada al cielo
el mismo brillo que las ilumina.
Tan lleno de luz estaba mi interior
que la luz externa era parecida a la obscuridad.
Leo constelaciones con dificultad
y el libro que supera a la naturaleza
va cifrando su escritura a ojos vista.
Sé que hace tiempo era más familiar lo gigantesco
y vivíamos en esas dimensiones encerradas en Dios
pero hoy un dolor atraviesa a los humanos
y la tierra se despedaza con sus desplazadas fauces
y siento que ella y los hombres de voz articulada
se separan como dos viejos amigos
que dejaron de quererse.
Mientras la tierra arde
el corazón está incendiado.
La extinción será de la realidad
en tanto el mar habla con tres lenguas.
Montañas de talco se desasosiegan
y el llanto de los glaciares cae con velocidad.
La selva es una promesa que no tendrá cumplimiento
y el hombre que está al cuidado
de las plantas los animales y los bosques
perdió su puesto y no hay atalayas
que anuncien lo terrible.
La tierra se devasta pero sabe que puede vivir
con una nueva geometría y figuras en su capa.

¿Será entonces el cielo
la única fidelidad que se mantiene?
Los cambios en esta morada terrena
nos van empujando cada vez fuera
del fuerte modo que teníamos de vivir
preocupado sólo de los hombres con los hombres
en sus historias que cubrían lo real.
Hoy la naturaleza se hace ver sin hermosura
y sus antiguas asentadas maneras
generan campos infecundos de nostalgia
y entre la mar y la tierra excavada
registramos la silicosis y la burbuja.
¿Será que los sucesivos cielos
deberán abrirse y levantar
los ojos para otros mundos?
Aquí el clima el agua y el calor
hacinan las desiertas raciones de la tierra
y la pasión del fuego baila
un alocado ritmo de desastre.
El plexo solar para abajo y para arriba
ha sido lo propio del mar
con el labio incontable de las olas
que van a besar la orilla de la tierra.
A poco es el agua que no humedece
y se deja poseer por su sed agria
y es extraña al uso que sabía.
Si lo más íntimo en nosotros es el cuarto de baño
el individuo ha perdido toda posibilidad.
Ni la ampliación de la mente en nuevas conciencias
ni la compasión ni el arrepentimiento en los afectos
conseguirán darle nueva dirección al rumbo
de este peñasco aéreo y su marea interna.
Paralelos y meridianos son una jaula
que aprisiona a la geografía y sus novios.
¿Cómo salir de aquí?
La madre obscura ya tiene su destino.
Habrá que ir más allá de lo que vemos
buscando sentidos y experiencias.
Aquí estamos listos señor
para subir a las alturas.


El firmamento

El firmamento con los fulgores de la altura
cambia la figura de la naturaleza que seduce
tres mujeres frente a la luna llena se desnudan
el cielo retumba no hay más que decir el agua
aquí acuden dioses extraídos por el reflejo de un puente
aquí comienza la transfiguración de todas las cosas
las que son del mar son de la tierra son del firmamento.

La realidad se encamina a hacerse hermana y perdurable
lo que es ya no será lo que fue ya no será lo que será ya no fue
figuración de un mundo que olvida recordar
su recuerdo está presente en el mundo que no tiene la misma realidad
se ha licuado una realidad en que la materia
da un paso atrás y se pone en segundo plano
da una luz cada vez más lúcida e imaginativa
da un ruido que enronquece y suena cada vez más bajo
da unos signos que por sí solos se generan y despojan de significar
da unas historias mal escritas que harán banal lo que se dice
da una poesía agonizante que no tendrá la resurrección de la lectura
y lo que estará por delante no será la acción.

Una nueva maravilla destilada de todo lo que abandona el mundo
una realidad entera de primer orden sin la importancia que se le da a la actual

una vida leve y sin deudas con la trascendencia
una muerte humilde y cada vez menos despedida
una canción simple y coreada por todos
y el llanto mismo llorando de emoción.


Descenso interior

Me meto en la noche y encuentro antiguas palabras
las voy apilando y las coloco cerca del corazón.
Son restos y esquirlas de una memoria hecha trizas
y van pasando como sangre por bodegas de mi cuerpo.
Se filtran las imágenes y sonidos y se estampan
la humanidad es viento y lo humano tamaña empresa.

La poesía persiste aunque la acción devora la figura de este mundo.
Ese antiguo arraigo sostiene los despojos de lo que se ha ido
y en la obscuridad ávida voy tanteando los recuerdos
aparecen aquellos que no están y sin embargo son presentes
sus voces olvidadas como sus semblantes llegan en luces y se van.

Los antiguos sabían más que nosotros
cuando la sabiduría era la experiencia de un hombre
no el conocimiento sin límites de este tiempo.
Aún se mezcla la verdad con lo probable
y de lo que sucedió hace tiempo no quedan testigos
registros secos como paja y voces cascadas que aún oímos
cuando la noche interior se llena de crisálidas y de espera.

Y hoy aguardo un tipo una persona que te asista
alguien cuando estás dentro de una droga
te ayuda con lo que sabe y te das cuenta
que la bondad existe porque está a tu lado
y de alguna manera te lleva a casa.

Eso queda adentro como obscuridad bienhechora
y es necesaria para contrastar el día
y la vida así masca un trozo de realidad
digiere esos órdenes de los sentidos
que nos encierran en un talante casi desarmado.

Vinimos de la noche y del tiempo
que cayó como regalo sobre una partícula
y la empujó hasta que llegamos a ser.
No somos hijos de la luz que es la que sólo expone
lo negro es nuestra capa protectora y la raíz
de la naturaleza revuelta y fértil.


La gran pastoral

En una noche como ésta
el mayoral sabe
la conducción de imágenes
y levanta cercas
para encerrar
la forma invisible.
Las constantes leyes
son la aparición de los astros
y frente a la naturaleza
se vive tan poco tiempo
y se muere tan largo.
El cielo está maduro
no obstante
y las sombras comienzan
a brillar.
El mayoral conduce
una manada estrecha
más allá del vallado
y le es conocida
la extrañeza que comienza
a cambiar el paisaje.
Hay una herida en la luz
y cicatrices transparentes
encogen la piel de la realidad.
La tierra lejana iustissima tellus
ofrece el rastro de sus reses
en el baile nocturno de los raptos y el amor.
Ël levanta los ojos
y se ilumina su mirada
y recuerda cuando la vida
soltó el cuerpo de algún amigo
para que se fuera lejos de ella.
Sabe la conducción de imágenes
y cómo suelen evadirse
ante una forma de permanencia.

Piensa en el abandono
de todo objeto de adoración
en la ausencia en los collados
de voces y rumores
en otro tiempo oídos.
Una estrella errante
raya el vidrio de la noche
como un presagio inútil.
Su cabalgadura en el arreo
también se vuelve irreal
a la luz amarilla
de la gran luna incontinente.
Se dirige a la polvareda nocturna
que cuaja en caminos y objetos
con la cercanía.
Pero nadie en verdad
vive en esta tierra
es la poesía
la otra manera
de la realidad.

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