Por Benjamín Carrasco
Jetztzeit, revista de teología política lanzada desde Chile, comete un acierto fatal a la hora de atravesar el primer escaño de la sospecha y avanzar, con esto, hacia la trama imprevisible de los signos epocales. Acierto, porque con no más de cinco textos, esta revista logra poner en la palestra una serie de conjeturas que nominan los padecimientos por los que se ha ido movilizando atolondradamente nuestro tiempo; fatal, porque dilucida la amargura con que estos signos aparecen, sin conseguir sustraerse, de paso, del pesimismo crítico con que estos deben ser descubiertos (quizás allí resida el humor negro que detalla su editorial). En general, es un primer volumen que problematiza tanto los aspectos de la cotidianeidad inmediata como la forma en cómo estos se han llegado a estructurar; he ahí, a su vez, la organización coherente de los ensayos que lo componen.
La pregunta inicial —de la mano de Marcelo Rivera— barrunta, justamente, en cómo comprenderemos el presente, considerando su velo esquivo y fugitivo, para volver a aquella concepción de la historia que incorpora el pasado en una especie de “retrotracción del tiempo”. Esta perspectiva se ve estimulada por la lectura que se hace de las Tesis sobre el Concepto de Historia, de Walter Benjamin, seguida por la referencia correspondiente a la sabiduría de la Cabalá. Para Rivera, a través de la confluencia del pasado con el presente —la irrupción de otro tiempo en este tiempo— es posible restaurar las fracturas del primero (empleando la figura de las sefirot) en común con las del segundo. En ello aparece el ideal del Tikkun Olam, noción que incorpora un llamado ético a la restauración o reparación del mundo, cargado, en esta oportunidad, por una mirada histórica y reivindicadora de las aberturas desde el tiempo-ahora (Jetztzeit), para “redireccionar el futuro”. Claro que esto ofrece sus dificultades —y parecieran obviarse—. Para replicar con un giro desesperanzador, ya que Rivera termina su ensayo citando a Karl Kraus, podríamos recordar aquella frase del austriaco en la que dice: “La fealdad del presente tiene fuerza retroactiva”.
Dentro de la constante vorágine a la que nos somete el presentismo, ese miasma que obnubila nuestro accionar, se puede conjeturar que existe, con esto, una inclinación de la mirada —que el mundo está inclinado— hacia el futuro, es decir, no estar nunca en un tiempo u otro, sino en la especulación incierta y pasiva del porvenir, aquello a lo que Naslo Gurman ha denominado “esperanza”, para referirse al engaño promisorio de la felicidad. Es una de las preocupaciones que aborda tanto la entrevista a Michael Löwy como el perfil crítico que Juan Carlos Vergara le dedica a Ernst Jünger. Preguntarse sobre aquella máquina aglutinadora del capitalismo, pero también por el “dominio técnico planetario”, la sequedad espiritual y el desprecio por la tradición —si es que no van de la mano.
Una de las instancias más interesantes de este volumen —sin desvalorizar al resto— es el estudio que Mario Chávez Carmona le dedica al concepto de akedia, explorado por el monje Evagrio Póntico en el siglo IV d.C. y rescatado, posteriormente, por Dante Alighieri en el Canto VII del Infierno. Este impresionante estudio es un cuasi retrato de uno de los más aquejantes males por los que pudieran llegar a pasar el alma y el intelecto. Dentro de todas las patologías espirituales, quizás sea esta la que más se experimenta en relación a los ámbitos creativos: una enfermedad vinculada a la pereza, a la procrastinación, a la errancia y a la desolación —Chávez Carmona se encargará de hacer claras distinciones entre cada una de ellas y su relación con la acidia. Quisiera citar una de sus líneas:
“[La acidia] golpea en forma de “sensación de vacío y de aburrimiento detenido”, es la incapacidad de fijar el espíritu en “algo preciso”. El estado más profundo de la acidia es la náusea, la repugnancia hacia todo y por todo. La acidia es un cavilar oscuro y tenebroso, un “elucubrar lúgubre”. El pecado del sabio” (31).
Viene a mi recuerdo el aburrimiento de Lenz y en general la “melancolía” padecida por los cercanos al Sturm und Drang, en tanto estado personal y cósmico, percibido como dolor del mundo o “resquebrajamiento”, según Büchner. Pienso a su vez en el aburrimiento lacerante de Georg Heym, las transfiguraciones modernas del ennui y del spleen. El análisis de Mario Chávez resulta en un cruel espejo que nos muestra la modorra en que estamos sumergidos, y resulta difícil no sentirse identificado con la pasión maldita de la acidia, que tanto tentaba a los monjes del desierto y que nosotros, los menos afortunados, padecemos en una completa ceguera.
En fin, Jetztzeit, como revista y como instancia intelectual, ofrece una mirada que cumple con uno de sus objetivos primordiales: despertar en el lector “una furibunda melancolía crítica que ilumine oscuramente su tránsito en el mundo”. Bien le hace el oxímoron a esta declaración de principios. Se celebra, de paso sea dicho, que su publicación circule en formato impreso, apuesta dirigida hacia la maleabilidad y que permite establecer un vínculo estrecho con la revista, sus ideales, su forma; usanza que paulatinamente se vuelve más escasa, pero que se nos hace tan necesaria.(1)
(1) La revista puede ser adquirida a través de http://www.editorialapoleia.com/contacto
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