“Lo que trato de decir es: ‘mira todo lo que hay a tu alrededor como una oportunidad. Estate atento, pueden ocurrir cosas increíbles’ Porque el arte no es más que un revulsivo, un motor para el cambio. Convierte el desastre en una oportunidad[…] Porque creo que hay dos maneras de entender el arte: como algo que aporta y como algo que aísla. El arte puede aislar haciendo que la gente se sienta incómoda con su propia historia.”
– Jeff Koons, entrevista del diario El mundo

Se ha dicho que la película The Square (2017) del director sueco Ruben Östlund es un sátira en torno al mundo del arte contemporáneo, pues criticaría las costumbres de quienes pertenecen a él, mostrando su condición insustancial. Esto equivaldría a decir que en dicho mundo las apariencias parecen serlo todo. Lo serían porque están en sintonía con un surtido de imágenes atractivas para el público; sin ese atractivo, los conceptos propagados y las actitudes esperables de sujetos que participan de algunos de sus espacios institucionales, quedarían reducidos a unos cuantos gestos inocuos y a la retórica vacía de los discursos vigentes. 

En The Square se constatarían indicios de esa retórica vacía en algunas escenas donde las cuestiones que las obras artísticas plantearían pasan a un segundo plano o se banalizan cuando son utilizadas como parte de una campaña de marketing, cuestión que ocurre efectivamente en la película. Sin embargo, también podríamos reconocer la banalidad en una dimensión más profunda de las artes visuales: la constitución de las obras dejaría entrever una falta de densidad de sentido y, por tanto, un exceso de superficialidad de las mismas. Así, se desliza en la película una crítica más aguda respecto del arte contemporáneo, pues en la medida que sus obras nos proponen una experiencia reflexiva en el plano de la percepción, por medio de sus materiales y operaciones, no alcanzarían a cumplir con lo que han prometido, porque sólo repiten verdaderos lugares comunes o estereotipos a la hora de producir imágenes y, de esa manera, trabajarían con lenguajes que se han domesticado queriendo pasar por experimentales. 

El incumplimiento de tales expectativas se debería al carácter efectista de los procedimientos artísticos, sobre todo cuando se trata de medios tecnológicos de última generación. Como veremos un poco más adelante, resulta significativo en este sentido que en las instalaciones que aparecen en The Square la luz sea un componente que se reitera. Si suponemos que el arte contemporáneo intenta abordar algunas de las condiciones que dan existencia al presente, entonces las luces no sólo serían meros recursos artísticos, además algo tendrían que ver con dichas condiciones, algo nos quieren decir acerca de ellas. De ahí que su aspecto neutral pudiera llegar a recordarnos luces de espacios visitados en nuestra vida cotidiana, como el de algunos centros comerciales o malls. Espacios, desde luego, relacionados con una dimensión fundamental de nuestra vida en la actualidad: el consumo. 

La crítica respecto del mundo del arte se centra en Christian, el personaje principal de The Square, quien es director de un museo de arte contemporáneo en Suecia. Su figura representaría, en principio, a un suerte de gestor, poco hábil para explicar en profundidad los problemas conceptuales que tratarían las obras artísticas expuestas en el museo. Su labor se circunscribe a promoverlas en los medios con la colaboración de un equipo de trabajo. Una de sus actividades más comunes es la participar de inauguraciones, dirigiendo un discurso a los y las asistentes que ha ensayado con anterioridad. Es decir, su presencia y la gestión del museo convierte a este en un espacio más del espectáculo, donde las obras exhibidas buscan ser atrayentes, con la finalidad de que concurra la mayor cantidad de público posible, de tal modo que se justifique la inversión y la existencia de ese espacio institucional.

El film comienza con una música tecno, mientras pasan los créditos iniciales sobre un fondo negro. De repente, se oye un sonido metálico muy agudo que da paso a la primera imagen, donde vemos a Christian tendido en un sillón al interior de una oficina, en el cual duerme recuperándose de la resaca provocada por la fiesta de la noche anterior. Su sueño es interrumpido por una asistente que lo despierta para recordarle que debe dar una entrevista a Anne, una periodista estadounidense dedicada a temas relativos a las artes. Éste es uno de los momentos cruciales de la historia porque nos pone ante una cuestión paradójica: se reúnen en una de las alas del museo en la que hay una instalación construida de montículos de pequeñas piedras, ordenados en hileras de cuarto montículos, formando un cuadrado. En una de las paredes frontales a esta obra hay una frase escrita en neón: “You have nothing” (No tienes nada). La frase forma parte de ella, pero también sirve de fondo a la entrevista e indica la retórica vacía de Christian al responder a una pregunta de Anne sobre el texto curatorial publicado en la página web de la exposición, que explicaría el problema abordado por la obra. El texto dice lo siguiente:

“30 y 31 de mayo. Exhibición/No Exhibición. Una conversación vespertina que explora la dinámica de lo ‘exhibible’ y la construcción de lo público según la noción de ‘sitio’ y ‘no sitio’ de Robert Smithson. Del no sitio al sitio, de la no exhibición a la exhibición. ¿Cuál es la temática de la exhibición/no exhibición en los momentos atestados de mega exhibición?.” 

La respuesta de Christian es lacónica, no sabe qué decir sobre el contenido del texto, su carácter reflexivo le resulta extraño, hasta molesto, por los conceptos que no entiende ni logra explicar. Probablemente su reacción se deba más bien a que su interés por el arte va por otro lado, quiere hacer de la muestra un evento. Más que un director capaz de pensar las obras es una especie de gerente preocupado por el management, esto es, por la buena administración de los recursos, con tal de conseguir resultados que aseguren el éxito. Bajo esta lógica, debiera además lograr que sus colaboradores hagan bien su trabajo, enfatizando la labor en equipo. Sin embargo, contrariamente a estas aspiraciones, su gestión se desbarata una vez que en su vida suceden eventos desafortunados sin razones que puedan explicarlos. Al menos, en principio, porque transcurrida la historia algunos de ellos van dilucidándose. 

Un segundo momento decisivo es el que sigue a la entrevista. Consiste en el proceso de montaje de la instalación que da nombre a la película: The Square. Nos referimos a su primera fase, en la que se ubica un cuadrado hecho de luz de neón justo frente a la entrada del edificio que alberga al museo. Esta parte de la faena comienza con el retiro de una estatua de una figura militar montada a caballo. En el transcurso de esta tarea se desprende su cabeza, haciendo que una de las patas del caballo golpee el pedestal, lo cual provoca que se quiebre y desprenda. Producto de ello la estatua cae de forma aparatosa. Se podría interpretar este accidente como el momento en la historia del arte que cae el modo de representación más clásico, es decir, un tipo de representación que todavía se encuentra regida por la búsqueda de la mímesis, del arte como imitación del mundo. En su reemplazo, el lugar lo ocupa un objeto artístico y ya no una obra de arte. Una vez desmontada la base que le daba sostén, un obrero corta con un esmeril una línea en los adoquines siguiendo la forma de un cuadrado, para después poner dentro un neón flexible que lo ilumina en medio de la noche. Finalmente, instala una pequeña placa que contiene el lema de la exposición.

Un tercer aspecto corresponde a lo que hemos llamado como situaciones desafortunadas que desarticulan la vida de Christian, llegando a afectar incluso sus tareas más importantes. Uno de ellos, quizás el principal, se vincula al robo de su billetera y celular una mañana cualquiera, mientras se dirige al trabajo. Camina por una explanada del centro de la ciudad, juntos a muchas personas con apariencia de ser empleados de empresas que les da un cierto estatus social. Hombres y mujeres van absortos sin mirar a los demás. Muchos de ellos y muchas de ellas están pendientes de su celular. En un momento determinado irrumpe en medio de esa vacía tranquilidad una mujer que grita despavorida, dando a entender que alguien la sigue para agredirla. Christian se sobresalta, observa en dirección desde donde vino, no ve a nadie. Mira a un hombre que está a su lado como buscando complicidad. Ambos tratan de calmar a la mujer, quien de repente se va. Luego aparece un tercer hombre que grita fuera de sí. Lo tranquilizan y también abandona el lugar. Se mira con su cómplice como no creyendo lo que ha sucedido. Christian retoma su camino, a poco andar se da cuenta que le han robado la billetera y el celular. 

Este evento extraño desencadena una serie de malas decisiones, entre ellas, encontrar al supuesto ladrón. Cree ubicarlo en un edificio. Junto a uno de sus colaboradores del museo se le ocurre la delirante idea de dejar en todos los departamentos del edificio una carta amenazante, en la cual informa al ladrón que sabe quién es y le pide que devuelva lo robado. Esta mala idea causará que un niño le reclame que sus padres, con quienes vive en un departamento, han asumido que él es ladrón y lo castigan severamente. El niño le exige revertir la situación. Una de las consecuencias del problema que ha creado, es que desatiende la elaboración de una campaña de marketing para promover la exposición de The Square, encargada a dos jóvenes creativos del campo de la publicidad. Si bien participa de una reunión inicial, no supervisa con rigurosidad su desarrollo. De hecho la aprueba sin conocerla por completo. Los encargados de la campaña crean un video de promoción en el que se muestra el cuadrado apelando a un efecto de schock. Ese espacio de confianza y solidaridad debe aludir a los más carenciados de la sociedad sueca, indigentes que circulan por las calles de la ciudad pero que pasan desapercibidos. Para atraer la atención de quienes vean el video, deciden usar a una niña indigente que entra en el cuadrado y que, de un momento a otro, vuela por los aires a causa de una explosión. La imagen empieza a circular por las redes sociales, especialmente en Facebook. Esto genera que la cantidad de reproducciones se dispare, pero con reacciones totalmente negativas, que reclaman de manera airada por la utilización abusiva de la niña y de la pobreza. Es decir, causa un efecto contrario al esperado.

Finalmente, habría un cuarto aspecto importante en la película. Tiene que ver con una performance hecha por un artista que participa con un video-arte en la muestra expuesta en el museo que dirige Christian. En el video-arte se lo ve mirando la cámara en primer plano, jadeando constantemente. Esta imagen se repite una y otra vez. Por lo tanto, la obra nos enfrenta a una cierta condición salvaje de lo humano. Hacia el final de la película el artista aparece en la cena con la que se inaugura la muestra. En ella se encuentran personajes pertenecientes a los círculos sociales que participan de las actividades del museo. Conforman, por lo mismo, una elite económica y social, que poco o nada saben de arte contemporáneo, pero que demuestran interés porque es bien visto apoyar económicamente este tipo de iniciativas. Además, les permite codearse con quienes llegan a esos contextos con el objetivo de establecer relaciones convenientes para ser parte de dicha elite. 

Una vez que ingresa el artista a ese espacio, genera primero risas pues se comporta como en el video. Recorre las mesas gimiendo; se acerca a los y a las comensales para olerlos como si fuera un animal que reconoce de esa manera a quienes han asistido a la cena. A medida que lo hace se pone violento y ataca a una mujer. El público pasa de la risa al miedo y de ahí al horror ante la violencia. Hasta que varios hombres se abalanzan sobre él y lo golpean para reducirlo. Este desastre señalaría la catástrofe que se produce cuando el mundo de la representación colisiona con la realidad, como consecuencia de que los límites entre ambos se han diluido. Nos parece que ésto indica a su vez eso que el artista Robert Smithson, vinculado al Land-Art en los años 60, dijo respecto del arte neovanguardista y que es aludido en la entrevista que Christian concede a la periodista estadounidense: “El arte no redime, no contiene ningún valor evidente”. La frase de Smithson puede ser entendida como una declaración no solamente referida a la singularidad de cada obra, como la performance que acabamos de mencionar, sino a la condición de arte cuando este se vuelve contemporáneo.

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