Me gustaría que habláramos hoy del Grupo 47; o sea que haremos una vuelta al pasado. El Grupo 47 surgió directamente de lo que se ha llamado, para definir la situación de Alemania en 1946, el “punto cero”.

No hay punto cero. No lo hay en la historia ni en la historia literaria, y económicamente menos. Sabemos que a pesar de la capitulación sin condiciones, a pesar de la destrucción de Alemania, ciertas estructuras, tanto buenas como malas, sobrevivieron […] Sin embargo, en la literatura hubo al principio, justo tras 1945, una gran extrañeza: los cajones estaban vacíos. Se había pensado que tras la época nazi llegaría toda una inmigración interior, una oposición que no había disfrutado del derecho a publicar. Pero no había nada, o era como si no hubiera nada. Aparecieron Detrás ante la puerta, de Borchert, y otras cosas de ese género. Por lo demás, en los primeros años la literatura estaba condicionada por los autores de la emigración, que volvían… o que no volvían todavía: Thomas Mann, Döblin, cuyos libros (como el Doktor Faustus de Thomas Mann o el Hamlet de Döblin) continuaban la tradición interrumpida de la novela moderna alemana del siglo XX, totalmente surgida de su biografía, de su desarrollo literario. Exceptuado esto, había tímidos inicios.

Uno de esos tímidos inicios fue el Grupo 47. Su base era una revista que acababa de aparecer, Der Ruf (“El grito”), y que había sido prohibida por los Norteamericanos porque criticaba con violencia el desmantelamiento practicado por los aliados y la manera insensata en que los americanos habían emprendido la desnazificación; una desnazificación que tenía entre los ojos a los nazis menores o medianos, mientras que los otros, como Globke y colegas, salían en libertad. Cuando esta revista, animada por Alfred Andersch y Hans Werner Richter, fue prohibida… 

[…]

Luego esta revista nacida en un campo fue reiniciada en Munich, con el mismo título, por Alfred Andersch.

Sí. Hay que señalar inmediatamente que, en 1945, para aquellos jóvenes autores —o que volvían del cautiverio y tenían la treintena—, la lengua, el verdadero material del escritor, se les ofrecía en un estado de corrupción; estaba corrompida por el uso que de ella había hecho el fascismo, hasta el punto de que al principio no se osaba más que a emplear una lengua sobria, todo lo pobre posible en metáforas, no nombrando más que lo necesario. Es lo que se llamó “la literatura del corte a cepillo” (Kahlschlagliteratur). Aquello no podía ser más que una fase intermedia, y resulta característico que mi generación, que tomó la palabra a mediados de los años 50, es decir, diez años más tarde, no quisiera obligarse ya a ese empobrecimiento de los medios literarios. Ahí es donde se produce la segunda cesura.

Günter Grass
Fragmento de El atelier de las metamorfosis
(Conversaciones con Nicole Casanova)
Trad. Alberto Clavería
Gedisa Editorial

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s