A pesar de tener ante nosotros una escasa selección de poemas, es imposible no advertir la gravedad que emana de cada uno de ellos. Bastián Desidel Escurra (1998) ha dispuesto una voz que acaricia levemente el silencio, para luego desvanecerse, abatida. La mutilación y las imágenes parcas, bellas y sobrecogedoras a su manera, responden, justamente, al testimonio de ese encuentro: la confirmación de una ausencia y el recuerdo imposible de las cosas perdidas. Así, la realidad que construyen los poemas se cimentan en un difuminado y alicaído dominio sagrado (cargado de referencias simbólicas) que trae al oído —tal como en una derrota— una voz cansina. Como pocas apuestas, hoy en día, esta poesía no aparta la mirada a las inquietudes trascendentales.
—49 Escalones

A pesar de nuestro oído atento
El árbol nada dice
a pesar de nuestro oído atento
-Marcelo Pellegrini
Enraizado a la llama,
meditas bajo el Árbol
tu nombre.
Tarde has de aprender
que la palabra irrumpe
el nimbo de la infancia.
Volver a la primera palabra
es ejercicio vano. El Árbol
ya nada dice.
Desdibujado en el vacío
A Benjamín Carrasco
Desdibujado
en el vacío:
el grito no suena
más que hacia adentro.
Sobre casas de muertos va mi sombra,
rebosante de luz. Se ciñe al eco
de las piedras marchitas. Agolpada
de estrellas y amapolas se persigna.
La sombra del sauce
se astilla
por la mañana.
¿cómo nombrar
los fantasmas de
la niñez?
Graznido
Uomo che speri senza pace
-Giuseppe Ungaretti
Al mármol tejidos, riegan pasos
en la Ciudad de los callejones.
Ciegos ante el ojo de los espejos,
ignoran la sombra que cae. Tambalean
para siempre sordos
del graznido de las ventanas.
Ya no tiembla mi noche
hombre ya fui.
Mi mano reúne hojas
desde el silencio.
hermosoooo ❤
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