En el prólogo de Manuel Vicuña a la antología Nada (UDP, 2012) de Carlos Pezoa Véliz, titulado “Lord Spleen”, se señalan los datos biográficos más conocidos del poeta. Según estos, nació en Santiago el 21 de julio de 1879, en medio de una familia de clase media y en el contexto de agitación producido por la Guerra del Pacífico. Su educación fue precaria e irregular, por lo cual se formó de manera autodidacta; en relación a los temas característicos de su obra, Vicuña describe a Pezoa Véliz como un “cronista del infortunio humano”. De hecho, se sabe que en su tiempo recomendó al poeta modernista Magallanes Moure, no olvidar “el ensueño de los pobres diablos”, y en otra parte les pide a los poetas amorosos no cantar infortunios indiferentes para los lectores.

    Esta línea ética y estética, añade Vicuña, citando al propio Nicanor Parra, habría sido determinante para la aparición de la antipoesía; en efecto, la obra de Pezoa Véliz mezcla “la tradición de la lira popular, de las décimas voceadas en las plazas y en los mercados, con expresiones de la cultura más prestigiada y canónica”. Otro dato biográfico de interés para una lectura situada de su poesía, es el hecho de que durante la vida del poeta sus escritos sólo se publicaron en periódicos y revistas, y fueron recopilados en libro por primera vez póstumamente, en 1912, cuatro años después de su muerte a los veintiocho años.

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    Como apunta Vicuña, una de las preocupaciones centrales de la poética de Pezoa Véliz son los personajes marginales, casi siempre víctimas de injusticias determinadas por su condición social. Algunos de los poemas iniciales del volumen, por ejemplo, se inscriben dentro del formato de la balada de asesinato. Mediante décimas octosílabas con rima asonante, se refiere la crónica roja de los sectores populares, con un claro mensaje de denuncia. En “Crimen en la calle del puente”, se cuenta el asesinato de una mujer cometido por Segundo Ramírez, y aunque se comprueba la demencia del asesino, éste es encarcelado de manera injusta, “Como es natural en Chile, / siendo los pobres actores”, según reclama el hablante, dejando entrever que la doble injusticia es causa de la negligencia institucional (si el loco hubiera sido tratado no había asesinado a la mujer ni terminado él en la cárcel). De manera similar, en “Próximo fusilamiento en Iquique” el soldado Amador Saldías es condenado a muerte luego de asesinar en estado de ebriedad a un capitán que abusaba de sus subordinados (la justicia de los subordinados resulta castigada, provocándose una doble injusticia).

    Víctimas de la sociedad resultan también los personajes de los “poemas de artista”. El pintor Pereza del poema homónimo y el “pobre diablo” de “Nada” —ambas composiciones escritas en verso dodecasílabo, como conviene a una temática de alguna manera más selecta— sufren por males menos sociales que espirituales o, mejor, por violencias sociales que el artista moderno ha internalizado. Como apunta Vicuña, Pezoa Véliz establece una analogía entre el paria y el poeta, y éste resulta desposeído de su vieja aura que ahora lo convierte en un ser desadaptado e inútil: “El poeta como un accidente sin valor en el tráfago utilitario del mundo moderno”. Del pintor Pereza, de hecho, se dice que “Su mal es el mismo de los vagabundos: / fatiga, neurosis, anemia moral”; este mismo “esplín” de la marginación parece ser la causa de la misteriosa muerte del “pobre diablo” de “Nada”; su cabello rubio señala cierta estirpe aristocrática que sugiere una indigencia voluntaria; el hambre que podría haber terminado con él, entonces, es de otra índole que la carencia puramente alimenticia.

    La mujer pobre, como el indigente y el poeta, también resulta violentada en el orden de las jerarquías sociales y la valoración únicamente utilitaria de los sujetos y las actividades. En el extenso romance “Pancho y Tomás”, la violencia sexual forma parte de una genealogía de abusos que se extiende por generaciones: uno de los dos hijos del labriego, el “alegrote” y “feraz” Pancho, posee un inexplicable cabello rubio, lo cual sugiere el abuso o aprovechamiento de la esposa del labriego por parte del patrón; luego, Pancho le arrebata la esposa, Teodora, a su “sumiso” hermano Tomás; finalmente Pancho termina como soldado defendiendo la tierras de los “amos”. El poema “Teodorinda” hace un evidente guiño a esta historia, por el nombre del personaje y porque se dice de la joven que “el señorito la halla muy linda; / tez de durazno, boca de guinda… / ¡Deja que crezca dos años más!”.

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    Por otra parte, están los poemas centrados en personajes burgueses que evidencian su hipocresía y doble estándar, y su consiguiente reproducción de las injusticias que creen estar subsanando. En el poema “Por la calle”, don Timorato lleva provisiones a una familia miserable cuando ésta ya agoniza de hambre y de todos modos termina muriendo; el hijo del comerciante, dice finalmente el poema, aprende, por su lado, “el arte / de matar por balística / a sus hermanos / pasándoles un plomo / de parte a parte”. En “Epístola de actualidad al intendente de provincia” se describe irónicamente la indolencia del funcionario, pues “no se cuida / del que ayuna en la indigencia / porque ve gorda y lucida / la vaca de la intendencia”.

Por último, hay que poner de relieve la estricta legitimidad y actualidad del aspecto social de la poesía de Carlos Pezoa Véliz, en el sentido de que no se limita a representar exóticamente a los personajes populares: además de denunciar las injusticias de las que comúnmente son víctimas, expone las soluciones inefectivas que los supuestos representantes de las clases populares suelen proponer con el fin de mantener veladamente el status quo que los favorece.

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